Cuando te alejas mucho tiempo del lugar donde naciste no vuelves a verlo jamás de la misma forma. Suena a una obviedad, pero me doy cuenta que es así. Hace un par de años y medio cuando emigré no había militares ni policías federales que custodiaran las calles, ni "códigos rojos" o balaceras, ni todo ese folclor alrededor de. No es la única ciudad del país que está sumida en estas condiciones, pero para haber nacido y crecido en un lugar pacífico que subitamente se tornó violento, resulta desconcertante. Todos dicen que en la ciudad han pasado "cosas feas" y yo, ingenuamente he querido tener y hacer las mismas actividades.
Me doy cuenta cuanto extraño Torreón, su intenso calor y su banda, al Santos, la discada, las tolvaneras, las aguas de raíz de la Plaza Juárez, la Alianza y hasta a las putas y mayates que rondan por ahí y la Morelos. He notado también como me he vuelto más intolerante al calor después de vivir bajo lluvias y frío fortuito chilango, aun así debo decir que hay ciertas cosas de la vida que me encantan y no cambiaría por nada: como las puestas de sol al poniente de Torreón y la comida de mi abuela.
Ayer por cierto, visitamos el enigmático pueblo fantasma de Ojuela, nunca había ido ahí y está poca madre. Está lleno de historia y una vibra extraña. Es muy friqueante cruzar por el puente que divide la entrada y la mina de donde trabajaban casi ¡5000 obreros! Este es uno de los lugares que vale la pena ver, hasta "El Topo" de Alejandro Jodorowsky fue filmado ahí en parte. Por algo don Jodo encontró algo especial en él...
Luego les cuento más cosas...
