ACERCA DE LA CRÓNICA BICITEKA DE
GEORGINA HIDALGO VIVAS
Por Jaime López
Lo
mío, lo mío, no es el ciclismo azteca. Yo
sólo sé que no sé náhuatl. Y cuando mucho, soy eso que llaman gente de a pie,
molestia aparte. Sin embargo, a los amigos hay que quererlos a pesar de sus
virtudes…y a las amigas más.
Además…
¡viva Portales, biciperros!
Tezcatlikoka
Cozcatzin, gracias por tu aprecio a mi persona, pero respecto a mi personaje,
no soy lo que dices…eso de cronista. La única crónica que he llegado a
producir, es la de una tos que, pandemia aparte, es ya una AK-47, cuerno de
chivo, o rifle de repetición, como se decía en la Antigüedad Postenochka.
Bueno,
todo empezó cuando Geo me regaló su libro VODKA NAKA, quizá su obsesión por la
“k” desde ahí se manifiesta, acerca de su experiencia por los parajes
moscovitas y anexas, durante una larga temporada, honda y profunda, como
espetara don Paco Malgesto, abuelo de Tom Waits.
Gran placer me provocó este texto
encuadernado y debidamente publicado, que a la vez se lo rolé a una amiga
ruso-mexicana, Tania Olhovich, para ser precisos, quien algunos años atrás se
fue a estudiar a la muy leal y pontificadora de la amistad de los pueblos,
Universidad Patrice Lumumba, célebre prócer congolés apreciado por el Kremlin.
Por
el tiempo en que aterrizó, arribó e instalóse, al mes siguiente ya no había
U.R.S.S., tocándole así el exacto cambio de guardias que hoy comanda el gran
chaparral, al cual le quitamos el Ras y queda, simplemente, Putin. Y este grito
en el estadio no es homófobo.
Y mucho menos, misógino. Porque,
desde tempranísima edad, de hecho de ahí descendí, la cercanía al sexo fuerte,
o séase, la mujer, me ha hecho apreciarla no tanto por condescendencia,
solidaridad, tolerancia, hipocresía, lambisconería, oh, cuánta redundancia,
como por asombro. ¡Me han contagiado tantas cosas!
Así que, es todo un honoris causa
esta invitación a presentar el libro CRÓNICA BICITEKA, la verdadera conquista
de las calles de la Gran Ciudad de México, de doña Georgina Hidalgo Vivas, la
diva acá reinante más allá de Monsiváis, que a Paz alcance, con ilustraciones
de Juan Morales, prólogo de Rogelio Garza, lanzado por Producciones El Salario
del Miedo, siendo un esfuerzo a muchas manos (sic), con la compilación,
entrevistas y edición de la propia autora, quien no necesita reivindicación que
la que ella misma se genera y, dicho sea, al paso se recomienda sola sin
pancarta alguna.
Porque, antes que nada, hablando,
como hace rato, de gente rusa, pienso en la gran desertora del bolcheviquismo,
Alissa Rosenbaum, alias Ayn Rand, como la Janis Joplin de la filosofía que, al
igual que el rock, en el origen y hasta la década de los setenta del siglo
pacheco, fue un ambiente de dominación masculera, digo, masculina, como quieran,
chicas.
Y no pienso en machismo y feminismo
como antípodas, sino como esos extremos que se tocan y hasta bailan juntos
chachachá. Pienso en Abuso de Poder como punto en común de ambos, ya que éste,
venga de donde venga, es abuso. Sí, surja de arriba, abajo, en medio, de un
lado o el otro, incluso el centro; seas fuerte, seas débil, seas hombre, mujer,
homosexual, lesbiana, transgénero, o como yo; es sólo eso. Este tipo de abuso
pretende desde la segregación, primero la igualdad, y toda vez lograda, intenta
la superioridad, por norma general.
Violencia sólo genera violencia,
dicen, como trauma sólo genera trauma, histórico además, represión sólo
represión, venganza, venganza y la cultura del odio sólo rencor. Y el odio es
la peor de las esclavitudes, como dijera Borges, porque terminas dependiendo de
quien odias. Y esta clase de codependencia suele ser infinita…y rentable.
Insístole y diástole, al pan pan y albino Johnny Winter. En vez de machismo y
feminismo, identifiquémoslos cuando sólo es Abuso de Poder.
Janis Joplin, la gran desertora del
texanismo, no necesitó de un discurso feminista para destacar en un mundo de
machos. Ayn Rand tampoco…y eso que muchos filósofos no aparecen en #MeToo.
Algún presocrático diría: De la retroactividad de la ley, yo sólo sé que yo no
fui.
Nunca he dudado de la supremacía
natural de la mujer desde muy temprana edad, ya está dicho. Por eso me acerqué,
desde el principio, más a ellas que a ellos. No me expresaré en Mundo “e”,
porque no quiero terminar hablando como el Perro Bermúdez, gran pionero de la
estupidez contemporánea. Decir que las mujeres son sabias es una redundancia,
discúlpeme monsieur Moliére. Ellas son las dueñas de la inteligencia, a
nosotros sólo nos dejaron el sentido del humor. Pero en el amor nos
emparejamos.
A
estas alturas de la Historia, ¿hay alguien a quien le interese hablar de
incluyentes que son excluyentes?
Mientras tanto, en lo que responden
a tan profundillo cuestionamiento, entremos en materia inorgánica que derivó en
orgánica. En esta especie de literatura-cómic, que va de Bernal Díaz del
Castillo al Chanoc con personajes de carne y hueso y sexo-fricción, Georgina
Hidalgo Cozcatzin narra cómo un extraterrestre muy belga con sus aliados
bicitines, descendientes de la mítica BiciAztlán, inspirados por el dios
Bicilopochtli, y al grito de al menos nos vamos a divertir, van subvirtiendo el
orden del asfalto irregular, entre baches y topes, semáforos descoordinados
aparte, de la burocrateca México-Tenochtitlán, Valle del Esmog, Meca de los
Imecas, escombro Calpulli de Terremotzin, plagada de automóviles manejados por,
disculpando el pleonasmo, autómatas godínes, en un eficaz activismo político
que parte del work in progress y las fake news hasta culminar con la verdadera
conquista de estas calles que ves al amanecer del Sexto Sol, traducido al
Calendario del Más Antiguo Galván justo en el cambio del siglo XX al XXI.
Fue cuando Internet, siendo la calle
virtual, se volvió la real vía de convocatoria biciteka, convirtiéndose en un
movimiento político de a devis Presley. La Neta, vino de la Net, contracción de
Red Internacional, global, pues, fobias de por medio. Este enorme triunfo de
los bicitekas viene a fundar la contemporánea México-BicitekAtzallan. Believe
it or not, ¿verdad…o ficción?
Esta urbe, monumental ubre de
concreto, es un ajolote que ha mutado desde la pre hispanidad, pasando por esa
CiudaDFrontera que es aún el DF, hasta tener sed de mecos. Y sin embargo, se
mueve. El Congal de Galileo y su dignísima Calzada de Tlalpan, donde la Pequeña
Gluglú , Daniel el Travesti y el estropajo con agarradera imperan, sigue
cantando: Hey, babe, take a walk on the wild side…on the Tlalpan Avenue…pero
ahora en bicicleta (aunque está difícil levantar a una de estas estrellas del
talón de la canastilla y con escaso glamour arribar a un motel, apócope de
motor hotel, remember that well, que llegará a ser, pronto, seguro, bicitel,
aunque suene a telcel…anyway, de morena a güerita, entre pejezombis y
slimhipsters, ‘ahí te ves).
Por esto, por lo otro y muchas cosas
más, no se pueden perder el leer entre líneas a Georgina Hidalgo y su Crónica
Biciteka. Como dijera el Güero Malo, que en jazz descanse, con quien hice el
largo viaje en motocicleta allá por 1977 a aquel Puerto cuando sí estaba
Escondido, en conclusión y generalizando: estamos ante un importantísimo documento
histórico, casi, casi de lectura obligatoria entre los libros de sexo gratuito.
Todo un ejercicio de autocrítica que rueda y avanza. Lo que más me gusta, es el
final, que dice así: ¡A la chingada! Y con esto no les he contado la película.
Pero, cuando era veinteañero y mis
reflejos no estaban reflojos, tuve una bicicleta de carreras, roja, cuyos
restos deben estar en algún deshuesadero de cierta azotea. Para un noctívago,
que sigo siendo, empedernido, pues, y en pedo sigo, era un gran transporte para
rodar por una ciudad toda mía. Hasta me daba el pueblerino lujo de acompañar a
mi damisela, ella, eso sí en su vocho. Pero el regreso a la vampicueva, era
todo un solitario placer.
Yo, que en un principio monté a
caballo, fui fugaz ciclista, motobiker de ocasión y de canción, chafirete hasta
presenciar cómo el Gran Simpático se me volvía Antipático, prefiero últimamente
ser el peatón de toda una vida. Me he politizado en la cultura vial. Ahí se
nota lo inculto e irrespetuoso, amén de lumpen inconsciente, que se puede
llegar a ser: en el auto, en la bici, en el metro, incluso a pie, la falta de
respeto al trayecto ajeno es la guerra…y ésta, mentira que sea una extensión de
la política. La política consiste en el arte de convivir a través de la
diferencia. We got to live together no es sólo una buena rola.
Hot cake, ‘ta güeno, bicitekas, están
en la ruteka correcteka, pero no se olviden de que más debajo de la bici, el
último de la cadena alimenticia vial, es el peatón (la peatona incluso tiene
preferencia por la senda rosa.) Y el LAMENTO PEATONAL dice así:
Sabrán que
soy peatón empedernido,
no quiero al perro ni a sus desperdicios;
aparte de su
caca que respiro,
está la que
por la banqueta piso:
ni hablar de
su ladrido y sus colmillos
o de su
dueño sea pobre o rico…grrr.
Si a éste
ser muy responsable exijo
y pague
algún impuesto parecido
al poseer un
arma de peligro,
seguro me
echará a los eximios
aquellos,
socio/del mejor amigo
que lucran
protegiendo al asesino…grrr.
No suple
nunca la mascota al hijo
y un hijo no es un perro para circo,
ningún
regalo paga el lujo indigno
de ser en la
ciudad niño perdido
y terminar
en carne de taquitos
con todo y
los Desechos Urbanitos…grrr.
Sabrán que
soy peatón empedernido
y que mi
territorio nunca orino,
yo sólo doy
la vuelta al parque hundido
en sueños
mientras muerden mis tobillos;
si en mi
lamento me la mienta el bicho,
de mí tendrá
nomás este gruñido: ¡Grrr!
Pinche
perro,
el gato no
dejó de ser bestial felino;
pinche
perro,
no eres mas
que un bobo lobo arrepentido;
pinche
perro,
tras tu
fidelidad hay rabia y disimulo
y es por eso
que eres
sólo un pinche perro lameculos.