No se que venga ahora. No se si estoy preparada para ello, pero no desistiré por ningún motivo.
U2 "ONE"
vo...
"Me niego a vivir como una mujer ordinaria, a establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré a él. Me adapto a mí misma". Anais Nin
lunes, enero 28, 2008
martes, enero 22, 2008
22 de Enero
Leí una nota donde se dice que este es el día más triste del año.
Recuerdo todo lo que sucedía 12 meses atrás, el panorama era tan esperanzador...
http://estilosdevida.prodigy.msn.com/saludbienestar/Holdingpage.aspx?cp-documentid=6060854
Take me out tonight
Where there's music and there's people
And they're young and alive
Driving in your car
I never never want to go home
Because I haven't got one
Anymore
Take me out tonight
Because I want to see people and I
Want to see life
Driving in your car
Oh, please don't drop me home
Because it's not my home, it's their
Home, and I'm welcome no more
And if a double-decker bus
Crashes into us
To die by your side
Is such a heavenly way to die
And if a ten-ton truck
Kills the both of us
To die by your side
Well, the pleasure - the privilege is mine
Take me out tonight
Take me anywhere, I don't care
I don't care, I don't care
And in the darkened underpass
I thought Oh God, my chance has come at last
(But then a strange fear gripped me and I
Just couldn't ask)
Take me out tonight
Oh, take me anywhere, I don't care
I don't care, I don't care
Driving in your car
I never never want to go home
Because I haven't got one, da ...
Oh, I haven't got one
And if a double-decker bus
Crashes into us
To die by your side
Is such a heavenly way to die
And if a ten-ton truck
Kills the both of us
To die by your side
Well, the pleasure - the privilege is mine
Oh, There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
The Smiths: "There's a light that never goes out"
Recuerdo todo lo que sucedía 12 meses atrás, el panorama era tan esperanzador...
http://estilosdevida.prodigy.msn.com/saludbienestar/Holdingpage.aspx?cp-documentid=6060854
Take me out tonight
Where there's music and there's people
And they're young and alive
Driving in your car
I never never want to go home
Because I haven't got one
Anymore
Take me out tonight
Because I want to see people and I
Want to see life
Driving in your car
Oh, please don't drop me home
Because it's not my home, it's their
Home, and I'm welcome no more
And if a double-decker bus
Crashes into us
To die by your side
Is such a heavenly way to die
And if a ten-ton truck
Kills the both of us
To die by your side
Well, the pleasure - the privilege is mine
Take me out tonight
Take me anywhere, I don't care
I don't care, I don't care
And in the darkened underpass
I thought Oh God, my chance has come at last
(But then a strange fear gripped me and I
Just couldn't ask)
Take me out tonight
Oh, take me anywhere, I don't care
I don't care, I don't care
Driving in your car
I never never want to go home
Because I haven't got one, da ...
Oh, I haven't got one
And if a double-decker bus
Crashes into us
To die by your side
Is such a heavenly way to die
And if a ten-ton truck
Kills the both of us
To die by your side
Well, the pleasure - the privilege is mine
Oh, There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
There Is A Light And It Never Goes Out
The Smiths: "There's a light that never goes out"
lunes, enero 21, 2008
Había una vez...
(El cuento de Hans Christian Andersen que me ha acompañado toda la vida que justo hoy adquiere un significado en especial).
...Un hermoso lugar, en lo más profundo de los mares donde el agua es pura y transparente como el cristal, y en ella abundan las plantas, las flores y los peces de formas extraordinarias.
Allí existía un esplendoroso palacio que pertenecía al Rey de los Mares. Estaba realizado de coral y de caracolas y adornado con perlas de todos tamaños, estrellas y esponjas, y allí vivía el rey junto con sus seis lindas hijitas.
Sirenita, la más joven, además de ser la más bella, poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusa al oírla dejaban de flotar. La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas. "¡Oh!, ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!" "Todavía eres demasiado joven". Respondió la madre. "Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para salir a la superficie, como a tus hermanas".
Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín ornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada. Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir.
A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor. "¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres, Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!"
Apenas su padre terminó de hablar, Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla. De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer . El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de Sirenita y dejaban oír sus alegres graznidos de bienvenida.
"¡Qué hermoso es todo!" exclamó feliz, dando palmadas. Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. "¡Cómo me gustaría hablar con ellos!". Pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: "¡Jamás seré como ellos!". A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: "¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!". La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón. La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más.
Sirenita se dio cuenta enseguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida. "¡Cuidado! ¡El mar...!" En vano Sirenita gritó y gritó. Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió. Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe lo tuvo en sus brazos.
El joven estaba inconsciente, mientras Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo. Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar. "¡Corred! ¡Corred!" gritaba una dama de forma atolondrada. "¡Hay un hombre en la playa!" "¡Está vivo! ¡Pobrecito! ¡Ha sido la tormenta...! ¡ Llevémosle al castillo!" "¡No!¡No! Es mejor pedir ayuda..." La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas. "¡Gracias por haberme salvado!" Le susurró a la bella desconocida. S
Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella y no la otra, quién lo había salvado. Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos! Cuando llegó a la mansión paterna, Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en su garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación.
Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, Sirenita, nunca podría casarse con un hombre. Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla. Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla. "¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor." "¡No me importa" respondió Sirenita con lágrimas en los ojos, "a condición de que pueda volver con él!" "¡No he terminado todavía!" dijo la vieja." Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola. "¡Acepto!" dijo por último Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera.
Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído. "No temas" le dijo de repente,"estás a salvo. ¿De dónde vienes?" Pero Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle. "Te llevaré al castillo y te curaré." Durante los días siguientes, para Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado.
Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio. Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.
Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de Sirenita. La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.
Al caer la noche, Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta. Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas." Como en un sueño, Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma...
(Opus 132 de Beethoven, versión del disco "Pieces in a modern style" de William Orbit. La pieza que me gustaría que tocaran en mi funeral; lástima que no la escucharé para entonces).
...Un hermoso lugar, en lo más profundo de los mares donde el agua es pura y transparente como el cristal, y en ella abundan las plantas, las flores y los peces de formas extraordinarias.
Allí existía un esplendoroso palacio que pertenecía al Rey de los Mares. Estaba realizado de coral y de caracolas y adornado con perlas de todos tamaños, estrellas y esponjas, y allí vivía el rey junto con sus seis lindas hijitas.
Sirenita, la más joven, además de ser la más bella, poseía una voz maravillosa; cuando cantaba acompañándose con el arpa, los peces acudían de todas partes para escucharla, las conchas se abrían, mostrando sus perlas, y las medusa al oírla dejaban de flotar. La pequeña sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo hacía levantaba la vista buscando la débil luz del sol, que a duras penas se filtraba a través de las aguas profundas. "¡Oh!, ¡Cuánto me gustaría salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!" "Todavía eres demasiado joven". Respondió la madre. "Dentro de unos años, cuando tengas quince, el rey te dará permiso para salir a la superficie, como a tus hermanas".
Sirenita soñaba con el mundo de los hombres, el cual conocía a través de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvían de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardín ornado con flores marítimas. Los caballitos de mar le hacían compañía y los delfines se le acercaban para jugar con ella; únicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondían a su llamada. Por fin llegó el cumpleaños tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consiguió dormir.
A la mañana siguiente el padre la llamó y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermosísima flor. "¡Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! ¡Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, sólo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres, Sé prudente y no te acerques a ellos. ¡Sólo te traerían desgracias!"
Apenas su padre terminó de hablar, Sirenita le di un beso y se dirigió hacia la superficie, deslizándose ligera. Se sentía tan veloz que ni siquiera los peces conseguían alcanzarla. De repente emergió del agua. ¡Qué fascinante! Veía por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer . El sol, que ya se había puesto en el horizonte, había dejado sobre las olas un reflejo dorado que se diluía lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de Sirenita y dejaban oír sus alegres graznidos de bienvenida.
"¡Qué hermoso es todo!" exclamó feliz, dando palmadas. Pero su asombro y admiración aumentaron todavía: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, así amarrada, se balanceó sobre la superficie del mar en calma. Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. "¡Cómo me gustaría hablar con ellos!". Pensó. Pero al decirlo, miró su larga cola cimbreante, que tenía en lugar de piernas, y se sintió acongojada: "¡Jamás seré como ellos!". A bordo parecía que todos estuviesen poseídos por una extraña animación y, al cabo de poco, la noche se llenó de vítores: "¡Viva nuestro capitán! ¡Vivan sus veinte años!". La pequeña sirena, atónita y extasiada, había descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonreía feliz. sirenita no podía dejar de mirarlo y una extraña sensación de alegría y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca había sentido con anterioridad, le oprimió el corazón. La fiesta seguía a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez más.
Sirenita se dio cuenta enseguida del peligro que corrían aquellos hombres: un viento helado y repentino agitó las olas, el cielo entintado de negro se desgarró con relámpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendió a la nave desprevenida. "¡Cuidado! ¡El mar...!" En vano Sirenita gritó y gritó. Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron oídos, y las olas, cada vez más altas, sacudieron con fuerza la nave. Después, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundió. Sirenita, que momentos antes había visto cómo el joven capitán caía al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo buscó inútilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Había casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe lo tuvo en sus brazos.
El joven estaba inconsciente, mientras Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostenía para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amainó. Al alba, que despuntaba sobre un mar todavía lívido, Sirenita se sintió feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneció mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dándole calor con su cuerpo. Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar. "¡Corred! ¡Corred!" gritaba una dama de forma atolondrada. "¡Hay un hombre en la playa!" "¡Está vivo! ¡Pobrecito! ¡Ha sido la tormenta...! ¡ Llevémosle al castillo!" "¡No!¡No! Es mejor pedir ayuda..." La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la más joven de las tres damas. "¡Gracias por haberme salvado!" Le susurró a la bella desconocida. S
Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que había salvado se dirigía hacia el castillo, ignorante de que fuese ella y no la otra, quién lo había salvado. Pausadamente nadó hacia el mar abierto; sabía que, en aquella playa, detrás suyo, había dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. ¡Oh! ¡Qué maravillosas habían sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos! Cuando llegó a la mansión paterna, Sirenita empezó su relato, pero de pronto sintió un nudo en su garganta y, echándose a llorar, se refugió en su habitación.
Días y más días permaneció encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Sabía que su amor por el joven capitán era un amor sin esperanza, porque ella, Sirenita, nunca podría casarse con un hombre. Sólo la Hechicera de los Abismos podía socorrerla. Pero, ¿a qué precio? A pesar de todo decidió consultarla. "¡...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrás dos piernas. ¡De acuerdo! Pero deberás sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirás un terrible dolor." "¡No me importa" respondió Sirenita con lágrimas en los ojos, "a condición de que pueda volver con él!" "¡No he terminado todavía!" dijo la vieja." Deberás darme tu hermosa voz y te quedarás muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecerá en el agua como la espuma de una ola. "¡Acepto!" dijo por último Sirenita y, sin dudar un instante, le pidió el frasco que contenía la poción prodigiosa. Se dirigió a la playa y, en las proximidades de su mansión, emergió a la superficie; se arrastró a duras penas por la orilla y se bebió la pócima de la hechicera.
Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvió en sí, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonriéndole. El príncipe allí la encontró y, recordando que también él fue un náufrago, cubrió tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar había traído. "No temas" le dijo de repente,"estás a salvo. ¿De dónde vienes?" Pero Sirenita, a la que la bruja dejó muda, no pudo responderle. "Te llevaré al castillo y te curaré." Durante los días siguientes, para Sirenita empezó una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompañaba al príncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como había predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le producía atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado.
Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del príncipe, éste le tenía afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tenía en su corazón a la desconocida dama que había visto cuando fue rescatado después del naufragio. Desde entonces no la había visto más porque, después de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su país. Cuando estaba con Sirenita, el príncipe le profesaba a ésta un sincero afecto, pero no desaparecía la otra de su pensamiento. Y la pequeña sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufría aún más. Por las noches, Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.
Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un día, desde lo alto del torreón del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el príncipe decidió ir a recibirla acompañado de Sirenita. La desconocida que el príncipe llevaba en el corazón bajó del barco y, al verla, el joven corrió feliz a su encuentro. Sirenita, petrificada, sintió un agudo dolor en el corazón. En aquel momento supo que perdería a su príncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el príncipe enamorado, y la dama lo aceptó con agrado, puesto que ella también estaba enamorada. Al cabo de unos días de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todavía en el puerto. Sirenita también subió a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.
Al caer la noche, Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subió a cubierta. Recordando la profecía de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuchó la llamada de sus hermanas: "¡Sirenita! ¡Sirenita! ¡Somos nosotras, tus hermanas! ¡Mira! ¿Ves este puñal? Es un puñal mágico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. ¡Tómalo y, antes de que amanezca, mata al príncipe! Si lo haces, podrás volver a ser una sirenita como antes y olvidarás todas tus penas." Como en un sueño, Sirenita, sujetando el puñal, se dirigió hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del príncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subió de nuevo a cubierta. Cuando ya amanecía, arrojó el arma al mar, dirigió una última mirada al mundo que dejaba y se lanzó entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma...
(Opus 132 de Beethoven, versión del disco "Pieces in a modern style" de William Orbit. La pieza que me gustaría que tocaran en mi funeral; lástima que no la escucharé para entonces).
viernes, enero 18, 2008
El silencio de las sirenas
El silencio de las sirenas (De Franz Kafka)
Publicado por el 23 de octubre de 1917
Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba:
Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con alegría inocente.
Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.
En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción.
Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas.
Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.
Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.
La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.
jueves, enero 17, 2008
Sólo palabras
Alguna vez fue que planeamos
hacernos todo el daño de una vez
dictando una sentencia desafiante
Un brillante truco de apariencias
Tu presencia es mi pesadilla
Aún tenemos cuentas que saldar:
Deslizaré mi puño por tu espalda
La espera me agotó
no se nada de ti
Mi ego va a estallar
ahí donde no estás
¿Qué otra cosa puedo hacer?
Si tienes un hondo penar
piensa en mí
si tienes ganas de llorar
piensa en mí
Cuando sufras
cuando llores, también
piensa en mí
hacernos todo el daño de una vez
dictando una sentencia desafiante
Un brillante truco de apariencias
Tu presencia es mi pesadilla
Aún tenemos cuentas que saldar:
Deslizaré mi puño por tu espalda
La espera me agotó
no se nada de ti
Mi ego va a estallar
ahí donde no estás
¿Qué otra cosa puedo hacer?
Si tienes un hondo penar
piensa en mí
si tienes ganas de llorar
piensa en mí
Cuando sufras
cuando llores, también
piensa en mí
Caminaré entre las piedras
hasta sentir el temblor
en mis piernas
a veces tengo temor,
a veces vergüenza
sigo aguardando el temblor
Sé que te encontraré en esas ruinas
ya no tendremos que hablar,
que hablar,
que hablar
del temblor
te besaré en el temblor, lo sé...
Hay una grieta en mi corazón
un planeta con desilusión...
domingo, enero 13, 2008
Crónicas infantiles
Cuando tendría unos 5 años viví uno de mis primeros traumas infantiles gracias a una anécdota de la cual he sido víctima del pitorreo de mi familia durante toda mi vida, en especial de mi abuelo paterno quien la recordó hasta el final de sus días.
Sucede que entre 1987 y 1989 estudié el kinder en el Colegio La Paz de Torreón, una escuela super católica de 100 años de edad comandada por la orden del Verbo Encarnado. Todavía recuerdo cuando era una escuincla y me puse a llorar porque mi mama y mi tía Bertha me abandonaron una mañana en un salón con un monton de chiquillos escolapios igual de chillones que yo. Todo transcurrió con normalidad los años siguientes, aprendí lo esencial de un kinder: números, colores, días de la semana y esas mamadas, son vagos recuerdos los que tengo pero de alguna manera siguen firmes en mi memoria. Dice mi mama que el motivo principal por el cual ingresé al kinder antes de tiempo fue para hacerle compañía a mi hermano mayor. Cuando los niños le buscaban pleito yo me peleaba con ellos para defenderlo, y que de ahí surgió mi carácter hiperactivo, vayan ustedes a saber...
Porsupuesto, lo que no podía faltar en esta escuelita eran las clases de religión, y es que mi madre siempre se preocupó por que nos las inculcaran desde pequeños, aunque por alguna razón yo fuí la que menos se sintió atraída de mis hermanos hacia estas prácticas. Quien comandaba la escuela era una monja llamada Sor Aurelia Zamudio Álvarez, no se que edad tenga pero según una revista que leí tiene 60 años profesando, así que échenle números.
Un buen día nos encargaron una tarea de valores cristianos, yo recuerdo que esa tarde-noche me puse a ver televisión y me dió una hueva asquerosa hacerla, entonces como no sabía escribir se me ocurrió garabatear mi cuaderno con un color verde de madera. Total que me valió madres lo que pasara y cual va siendo mi sorpresa que al día siguiente la tal Sor Aurelia me manda llamar a solas en un salón apartado. Se encabronó sobremanera por lo que había hecho y me regañó tan pero tan gacho que me hizo sentir verdaderamente culpable. Bueno, yo sólo tenía como 5 años y no tenía mucho uso de razón, siento que a la mentada monjita se le pasó la mano conmigo, no era para tanto. Después de esto le conté a mi mamá lo que pasó y le pedí que me sacara de la escuela porque ya no quería ver a esta anciana cascarrabias. Mucho tiempo después me enteré de su versión de los hechos: "que yo había roto el mentado libro de valores" lo cual negué.
La experiencia se convirtió en un chiste familiar perpetuo, hasta ahora que regresé a mi terruño natal, mi papá me lo recordó y no me molesta, pero ¡ah, como se acuerda de esas nimiedades! Dice que desde ahí comencé a tener pedos con la autoridad. Estando en mi ciudad leí una especie de directorio publicado por El Siglo de Torreón con un listado de "los laguneros más emprendedores y chingones" (eso lo escribí yo, conste) ¡y venía esta mujer incluida en un articulito llamado "Sor Aurelia, una vida entregada a la educación"! Chale. Dice que su misión es inculcar valores cristianos a los niños en tiempos de crisis familiar. No lo se, al menos en mi caso sólo me creó un momento tan absurdo como irrrisorio. Sad but true.
Sucede que entre 1987 y 1989 estudié el kinder en el Colegio La Paz de Torreón, una escuela super católica de 100 años de edad comandada por la orden del Verbo Encarnado. Todavía recuerdo cuando era una escuincla y me puse a llorar porque mi mama y mi tía Bertha me abandonaron una mañana en un salón con un monton de chiquillos escolapios igual de chillones que yo. Todo transcurrió con normalidad los años siguientes, aprendí lo esencial de un kinder: números, colores, días de la semana y esas mamadas, son vagos recuerdos los que tengo pero de alguna manera siguen firmes en mi memoria. Dice mi mama que el motivo principal por el cual ingresé al kinder antes de tiempo fue para hacerle compañía a mi hermano mayor. Cuando los niños le buscaban pleito yo me peleaba con ellos para defenderlo, y que de ahí surgió mi carácter hiperactivo, vayan ustedes a saber...
Porsupuesto, lo que no podía faltar en esta escuelita eran las clases de religión, y es que mi madre siempre se preocupó por que nos las inculcaran desde pequeños, aunque por alguna razón yo fuí la que menos se sintió atraída de mis hermanos hacia estas prácticas. Quien comandaba la escuela era una monja llamada Sor Aurelia Zamudio Álvarez, no se que edad tenga pero según una revista que leí tiene 60 años profesando, así que échenle números.
Un buen día nos encargaron una tarea de valores cristianos, yo recuerdo que esa tarde-noche me puse a ver televisión y me dió una hueva asquerosa hacerla, entonces como no sabía escribir se me ocurrió garabatear mi cuaderno con un color verde de madera. Total que me valió madres lo que pasara y cual va siendo mi sorpresa que al día siguiente la tal Sor Aurelia me manda llamar a solas en un salón apartado. Se encabronó sobremanera por lo que había hecho y me regañó tan pero tan gacho que me hizo sentir verdaderamente culpable. Bueno, yo sólo tenía como 5 años y no tenía mucho uso de razón, siento que a la mentada monjita se le pasó la mano conmigo, no era para tanto. Después de esto le conté a mi mamá lo que pasó y le pedí que me sacara de la escuela porque ya no quería ver a esta anciana cascarrabias. Mucho tiempo después me enteré de su versión de los hechos: "que yo había roto el mentado libro de valores" lo cual negué.
La experiencia se convirtió en un chiste familiar perpetuo, hasta ahora que regresé a mi terruño natal, mi papá me lo recordó y no me molesta, pero ¡ah, como se acuerda de esas nimiedades! Dice que desde ahí comencé a tener pedos con la autoridad. Estando en mi ciudad leí una especie de directorio publicado por El Siglo de Torreón con un listado de "los laguneros más emprendedores y chingones" (eso lo escribí yo, conste) ¡y venía esta mujer incluida en un articulito llamado "Sor Aurelia, una vida entregada a la educación"! Chale. Dice que su misión es inculcar valores cristianos a los niños en tiempos de crisis familiar. No lo se, al menos en mi caso sólo me creó un momento tan absurdo como irrrisorio. Sad but true.
jueves, enero 03, 2008
Life in a northern town
Mi buen amigo Gil Cempeda (Cepeda, pues)
Con Faby-quienlaveconsucaratanbonita-
Sigo en Torreón, a veces quisiera no tener que irme pero no puedo retroceder ya. En tan sólo 7 meses de ausencia me percato de cuanto puede cambiar determinado sitio y su gente.
Ayer visité la oficina de la revista en la que trabajé casi 3 años, la "Revista de Coahuila", esa que me enseñó tanto acerca de este oficio periodístico; tenía 12 meses sin pararme ahí y la vi cubierta de polvo, con los mismos muebles, y las mismas revistas inertes ; ahí estaba Alvaro mi ex jefe, solo. Le dió gusto verme, mostró su poco inexpresiva sonrisa...el hombre que cambió muchas de mis ideas y me formó profesionalmente antes de emprender el vuelo. En mi último día de estancia en Torreón llegué a decir que jamás volvería a escribir en ese medio y lo he cumplido.La relación que tuve con él fue una especie de padre-hija-laboral-amor-odio. Tengo mucho que agradecerle y a la vez que reprocharle. Una de las personas que me enseñó a ver la vida de otra manera, para bien o para mal.
En estos días he visto a mis amigos Dany, Gil, Faby, Rocío, Miriam, Argenis, Chilo, Abraham, Angel y hasta al mismísimo Juan Gómez Junco (¡ja!) Me he enterado de noticias y chismes, he visto la última víctima de la violencia: una tienda de celulares del centro con todo y las marcas de sus balazos que alcanzaron a unos militares. He sido feliz últimamente y siento que he recuperado las buenas vibras y la tranquilidad que tanto se ausentaron durante el mes de diciembre por la tensión del trabajo y otros demonios. Este fin de año la pasamos Faby, Jimmy, El Diablo, Yaya y yo en una fiesta en casa de Gil, después nos fuímos a trepar ni mas ni menos que a un pinchi cerro. Si no conocen Torreón existe algo llamado Cerro de las Noas (una planta cactacea endémica en peligro de extinción)que tiene un Cristo enorme que se ve en toda la ciudad (Si, igualito que el Cristo del Corcovado de Brasil pero más pobreton) Es una zona turística, cobran 30 varos por entrar al mirador. Pero a las 6.00am, hora en que llegamos ¿quien carajos se iba a parar para recibir la lana? Hacía un frío del demonio y nos quedamos ahí hasta que amaneció. Fue una experiencia sumamente chida, llegaron más chavos en sus autos, unos permanecían abrazados, otros se la estaban tronando (yo no, conste) y otros más solo miraban la ciudad. Es una vista panorámica muy bella, de verdad que casi me conmoví al ver mi Torreoncito con sus calles planas y sus chimeneas de Peñoles que emiten gases tóxicos. Los primeros rayos de sol del 2008 nos sorprendieron, nos tomamos unas fotos y nos largamos a las
8:00am dizque para ir a desayunar menudo pero optamos por botar primero a Yaya. Cuando llegamos su mama regañó a Faby y a Jimmy. El Diablo y yo nos quedamos en el carro a esperarlos cuando de repente éste ya no prendió por falta de batería, razón por la cual permanecimos en arresto domiciliario en casa de Yaya hasta las 2:30pm. Un buen inicio de año, sin duda.
"Life in a northern town" de Dream Academy.
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