Miriam Canales
@miricaiba
El
Reino Unido se encuentra inmerso en un nuevo dilema sociopolítico. Como si no
hubiesen sido suficientes los deseos de emancipación de Escocia en 2014, los
ingleses son de nueva cuenta convocados a otro referéndum donde su lugar en la
Unión Europea está en vilo, al menos hasta el día 23 de junio.
A
unos días de celebrarse esta nueva consulta, las opiniones están polarizadas.
Mientras que el Primer Ministro, David Cameron exhorta a los ciudadanos a votar
y quedarse, algunos otros lo consideran un desgaste, una pérdida de tiempo y un
asunto que atañe más a los intereses del Partido Conservador y las inversiones
de los grandes millonarios extranjeros, mientras que el líder laborista Jeremy
Corbyn se mantiene generalmente silencioso al respecto, aunque se conoce que él
estará apoyando del lado de la permanencia.
En
contexto, desde la década de los setenta, Gran Bretaña discutía su entrada a la
entonces Comunidad Europea dada sus precarias condiciones financieras y
sociales. En la actualidad, sus circunstancias son otras, como una evidente y
apabullante masa migratoria originaria de Medio Oriente, África, Australia y,
en los últimos años, América Latina y el resto de Europa que busca la capital
como un fin económico, asunto que preocupa no solo al gobierno, sino a la
población autóctona quienes la consideran insostenible. El escritor mexicano Fernando
Curiel describe en su libro de culto “Vida en Londres”, mientras pasaba por
allá un año sabático en 1971: “Hasta el momento, el inglés no ha decidido su
verdadero lugar en el anchuroso mundo. Algunos piensan que el país forma parte
de un todo histórico y cultural: Europa. Otros juran y perjuran que Inglaterra
es parte, tan solo de sí misma”. Menciona en el capítulo Europe and Britain: tres días de la historia contemporánea de
Inglaterra.
“Los
que quieren quedarse dicen que los que apoyan a Brexit son racistas, que no quieren dejar entrar más migrantes; los
otros dicen que eso no es verdad, que sólo quieren tener control de sus
fronteras. Nadie sabe cómo sería la cosa afuera porque no hay manera de medirse”.
Menciona Nigel, un ciudadano londinense hastiado de las vertiginosas decisiones
políticas de su país.
Otro
tema espinoso es la inoportuna fecha de votación durante el marco del Festival
Glastonbury, lo que representaría 200 mil votos menos. Michael Evis, su
director, ha recomendado “acudir primero a la urna y luego a la fiesta”, de
acuerdo al diario español “El mundo”. Otras fuentes como el documental mostrado
en YouTube, Brexit: the movie, de
Martin Durkin, muestra como varios ingleses se sienten ajenos a la alta
burocracia de la Unión Europea y sus decisiones arbitrarias. Además, las
opiniones a favor comparan el caso de Suiza y su prosperidad económica siendo
independiente de esta organización. Cosa que idealizan los británicos en un
futuro hipotético.
“Yo
preferiría que se quedaran, aunque no sea lo ideal, y pienso que cada país
europeo debería tener una encuesta en vez de que los políticos solo tomen una
decisión y ya”. Sostiene Mirjam, una migrante alemana. Visitar de vez en cuando
su natal Stutggart y trabajar en Londres le es sencillo, pero su estancia se
modificaría si los comicios no le resultaran favorables, como el de solicitar una
visa de trabajo. Alemania es otro de los países opositores. “Aunque Inglaterra
paga menos que otros, yo espero que no se vaya”.
Javier
es un comunicador chileno con 15 años establecido. Cuenta ya con un pasaporte
inglés. Él no tiene considerado regresar a su país independientemente del
resultado del referéndum. Sin embargo, la bonanza laboral ha sufrido un declive
en los últimos años según su experiencia: “Antes de la recesión del 2008 había
muchísimo trabajo, la gente se cambiaba cuando quería. Yo no tuve problemas con
eso. Después de eso todo cambió; el desempleo creó una congelación y una rebaja
en los sueldos para los empleados comunes y corrientes que somos la mayoría. La
gente que tenía buenos trabajos como profesionales también se vio afectada en
ese periodo”.
Nigel
expone lo que sería para él una desventaja: “estando fuera perderíamos el
beneficio de entrar y viajar tan fácilmente por Europa. Más allá, los franceses
y alemanes intentarán quitar mucho del trabajo financiero que pasa por Londres
hacia Frankfurt y esto con el tiempo tendrá un efecto grave porque el sector
financiero es un fuerte productor. Quizá la única gran industria que todavía
tenemos”.
Con
ironía, este británico menciona que una de los puntos a favor de la aprobación
del Brexit es como algunos magnates rusos residentes perderían poder como Roman
Abramovich (propietario del equipo de futbol Chelsea) o Evgeny Lebedev (el
influyente rotativo gratuito The Evening
Standard es uno de sus bienes) cuyos negocios han contribuido a la
gentrificación y el encarecimiento de la urbe. “Tengo la idea de que a pesar de
cada cosa mala trae algo bueno. Si dejamos de tener a estos cabrones (sic) que
roban tanto dinero pues que mejor se vayan”.