¡¡TORREÓOON, TORREON!!....
¿Cuál sería la posición de Torreón Coahuila en la familia del norte mexicano? No tiene la pujanza de Monterrey, ni la historia de Durango pero tampoco el estatus de Chihuahua o la picardía de Tijuana. Una ciudad que estará celebrando su cumpleaños número 100 en septiembre de 2007 merece una distinción que vaya más allá del gastado slogan “la ciudad que venció al desierto”, pero que se durmió en sus laureles, debería agregársele.
Durante el día, el centro histórico de Torreón es un ir y venir de humanos que deambulan al ritmo de la estridente música de los vendedores ambulantes mientras una tolvanera les azota la cara, donde los jubilados y pensionados duermen la siesta en
La breve vida que ha llevado la “Perla de
Torreón tiene semejanzas con lugares pintorescos como Springfield, según un foráneo capitalino: cuenta con su propia planta contaminante como Peñoles, cuyo propietario Alberto Bailleres, uno de los empresarios más pudientes de México bien podría ser una especie de Señor Burns. El papel del “reverendo Alegría”, puede adjudicársele al sacerdote José Rodríguez Tenorio, polémico por sus nexos con la política priísta. Nadie como el veterano payaso “Vita Uva” como para ser Krusty, ídolo de infantes laguneros que antaño despertaban bajo la melodía “Me pecha cabecha”, sin dejar a un lado aquella memorable mentada de madre telefónica en voz de un irreverente párvulo.
Kent Brockman: mención especial para Víctor Hugo Hernández, ex director de “
Por supuesto, no puede existir un Springfield sin un Shellbyville que sería en este caso Gómez Palacio Durango, la eterna amiga y rival, con la diferencia de que es aun más kitsch y bizarra, siempre viviendo bajo la sombra de su vecino.
La historia de Torreón, de igual modo está plagada de tropiezos: mientras que no se define si su fundador es el criollo alemán Andres Eppen o el advenedizo español Leonardo Zuloaga, de quien tuvieron la osadía de exhumar su osamenta para una exhibición pública, las calles trazadas por el arquitecto Federico Wulff provocaron la confusión de los albañiles mexicanos que no determinaron si eran pies o metros a inicios de siglo, he ahí la peculiar anchura de las avenidas Matamoros, Juárez, Morelos e Hidalgo.
Torreón: tierra de “Los Chicos de Barrio”, los tajos llenos de cagada, de los cerros bien pelones y un calor de la chingada.
Tierra de etnias alemanas, chinas, españolas, y arabe palestinas que se adjudican el papel de fundadores e inmigrantes zacatecanos, potosinos y duranguenses relegados por las páginas de los cronistas.
Tierra del Santos Laguna y del “Estadio Corona”, santuario de hombres que suspenden su juego personal llamado cotidianeidad para ver jugar al equipo. Tierra adoptiva del venerado Jared Borghetti que bien podría estar dentro del paseo de los hombres ilustres de
Tierra de
Tierra de Peñoles, planta metalúrgica propagadora de enfermedades sanguíneas y bronco pulmonares para miles y una máquina de hacer billetes para pocos.
Tierra engañada por una broma en la que supuestamente se instalaría un Disneylandia. Aun hay quienes no pierden la esperanza de invitar a Mickey Mouse a desayunar menudo un domingo por la mañana.
Tierra celebre por su zona de tolerancia a nivel nacional, en memoria suya que no alcanzó a cumplir mas de 40 años y fue sustituida por la autoridad panista pare rendirle tributo a su estirpe mediante el “Parque Fundadores”.
Tierra abrazada por el Cristo de las Noas, replica del Cristo de Corcovado de Brasil. Siempre al acecho de sus acciones, con sus brazos abiertos para todo aquel que requiera de una bendición. Solo basta con mirar al cielo y orar esperando que las señales de las antenas de televisión establecidas en el cerro no distorsionen el mensaje del Hijo de Dios.
Tierra de ferrocarriles y algodón que cumplirá 100 años en 2007 y que aun no decide como celebrará: si su comité organizador de acaudalados empresarios echará la casa por la ventana contratando al Real Madrid para que juegue una cascarita en el Estadio Corona o con un modesto desfile como el de las festividades de Gómez Palacio.
Sea lo que sea, sus ciudadanos bien podrían optar por una modesta ceremonia como la de cualquier fin de semana: en alguna cantina de
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