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En 4 años que llevo viviendo en el DF nunca había visitado el cerro del Ajusco, y hasta hace muy poco tuve la oportunidad de hacerlo, o lo que queda de él. Es muy relajado, hay buena comida por ahí e irradia un ambiente de tranquilidad, lejos del caos urbano diario. Adentrarse en ese bosque es explorar otra faceta de la capital, escondidos del sonido de los claxones, conviviendo con un rincón de la naturaleza. Y mientras subíamos , nada mejor que escuchar a Goldfrapp con esto, esto y ESTO
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