Un par de fotografías del estadio olímpico tres años antes de su inauguración
sobre un tren vía Suffolk-Londres.
Cuando tomé estas imagenes no tenía idea realmente en donde me encontraba ni lo que significarían hasta el día de hoy que presencié la ceremonia de inauguración de las olimpiadas. Simplemente las capté por intuición. Mi periplo comprendía de un pueblito llamado Shingle Street ubicado en Suffolk, al este de Inglaterra hasta Londres. Mi cabeza, como de costumbre, estaba hecha un mar de ideas contradictorias.Me había despedido de mi anfitrión, un británico maravilloso que había conocido en dicho viaje y que me había llevado de paseo por la capital y ahora regresaba a ella un soleado lunes de septiembre de 2009...sin él. Nunca antes había viajado en un tren en mi país, ni siquiera atravesado el Atlántico.
Desde entonces Londres se encontraba preparando la casa para albergar los juegos olímpicos, se limpiaban las calles esmeradamente, se arreglaba el metro, la gente entrenaba en los alrededores del río Tamesis, se hacían labores de mantenimiento por doquier. La fiesta aguardaba con años de antelación, dejando atrás los lamentables ataques terroristas de 2005.
El resto de los pasajeros en el tren, mucho mayores que yo, permanecían en silencio. Todos tenían suficiente edad para ser mis abuelos. En mi reproductor de mp3 mis oídos eran acariciados por la oscura voz de Natasha Khan, alias Bat For Lashes, cuyo disco "Two suns" fungía como el soundtrack de mi vida por ese entonces con rolitas como Daniel, Travelling woman, Moon and moon, Two planets, Pearl's dream y la bellísima y romántica Siren Song. Mi canción predilecta de ese año. Natasha también había nacido en Londres, descendiente de padres pakistaníes y había parido ese hermoso, oscuro y onírico disco unos meses antes. Cada una de sus letras había tenido un impacto particular por mi vida en ese año, especificamente en este viaje a su país.
Antes de llegar a este punto había arribado a otro pueblo llamado Ipswich en el que torpemente me quedé en el vagón cuando el conductor se asomó a mi ventanilla y me indicó que debía bajar justo ahí y hacer un transborde. Desde mi muy lejano Torreón jamás imaginé poner un pie en ese poblado tan remoto y desolado del que nunca había escuchado hablar ni visto en mapa alguno.
Después de dos horas llegué a la concurrida estación London Street, plagada de trenes que arribaban y partían simultáneamente, de decenas de pasajeros que salían y entraban apurados en plena hora pico vespertina ataviados con traje sastre en su mayoría. No había estado tan sola en mi vida y tampoco tenía idea de como dirigirme hacia mi siguiente destino New Cross Gate en búsqueda de David, un músico que me hospedaría esa noche para la mañana siguiente dirigirme al aeropuerto de Heathrow y tomar el avión de regreso a México. Aun la recuerdo como una de las mañanas más grises de mi vida.
Cuando recorrí esa última noche en Londres arrastrando una maleta hasta su famoso puente, seguía escuchando a mi nueva heroína musical. Si volviera a ver a mi anfitrión le daría un efusivo y cariñoso abrazo tal como ella lo hace en el video "Daniel" al personaje Daniel San, de la película Karate Kid a quien fue dedicada implicitamente.
Al volver a México visité Torreón un par de meses después de este viaje. Este tema fue una de las últimas conversaciones que tuve con mi tía Bertha. Estaba orgullosa de mi hazaña. Decía que yo la había merecido. A ella tiempo después la recordaría con la canción The big sleep cantada a duo con el crooner Scott Walker...poco después de ser derrotada por el cáncer de mama. Natasha visitaría México al año siguiente como telonera de Coldplay. No me satisfizo su actuación. Sigo esperando un concierto exclusivo.
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