Pérdida es
conocimiento, aprendizaje-dicen por ahí-las pérdidas son casi siempre dolorosas.
¡Qué feo para aquellos que pierden su ipad o el celular con media vida en su
memoria! Tal vez si acumuláramos menos objetos materiales las pérdidas serían menos
tristes y neuróticas, tendríamos que gastar menos dinero en seguros que los
protejan o reparen.
No obstante,
siempre estamos expuestos y propensos a perder cosas mucho más valiosas que no
tienen garantía de reposición como un gadget
comprado en el “buen fin”: la salud, algún familiar o amigo, alguna parte
del cuerpo o hasta la vida misma lo que tiene consecuencias más trascendentes y
severas. Hay amistades que se pierden, amigos que se distancian y que la relación
nunca vuelve a ser todo de la misma manera. Eso es triste también.
“Uggianaqtuq”, en la lengua de los esquimales “inuit”, un amigo que se vuelve
frío, como un clima voluble.
La pérdida de la salud es un bien que muy pocas veces se
valora. De ahí viene una etapa de renacimiento, de aprendizaje fuerte y crucial.
Los momentos de pérdida también son una prueba para los allegados y su
comprensión y apoyo; se descubre mucho desde entonces.
...y así llegan las consecuencias: a veces se aprende la lección y otras no, se vuelve
más prudente o de lo contrario más inmaduro y pendejo.
Las pérdidas
son un mal necesario...
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