"Me niego a vivir como una mujer ordinaria, a establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré a él. Me adapto a mí misma". Anais Nin
viernes, septiembre 03, 2010
Estados Unidos...andando de nuevo.
Amediados de julio tuve la oportunidad de viajar de nueva cuenta a Estados Unidos. Anteriormente había visitado Torreón, mi ciudad natal, donde no la pasé bien tras ser una sobreviviente indirecta de la masacre en la quinta "Italia Inn", no es que haya estado ahí-no se espanten-pero murieron dos amigos de amigos y a pesar de ser un fin de semana familiar en mi caso, la mala vibra posterior se esparcía por todos los ángulos.
Unos días después de este macabro suceso, abordé un autobus desde la central camionera de Torreón hacia Los Ángeles donde hice una escala en Ciudad Juárez y después a El Paso. Si Torreón está de temerse, la vecina fronteriza irradia una vibra aún más siniestra donde por igual se perciben helicópteros sobrevolando, policías federales y una tensa calma. Intenté solicitar un permiso que me negaron y no sabía qué hacer, me daba miedo quedarme en Juárez y prefería pagar una habitación de hotel en El Paso. Encontré un taxista veterano que me condujo hasta otra lejana oficina migratoria. Nunca había visto el aspecto de la malla divisoria vigilada por la Border Patrol, tiene el aspecto de una enorme jaula. Después de obtener el permiso me condujo por el freeway de "El Paso" hacia su terminal en la que finalmente pude dirigirme a L.A.
A bordo del camión conocí a un gringo llamado John, ya entrado en años, que tenía 6 tatuajes y que viajaría por ese medio...¡hasta Vancouver, Canadá! Me quedé sorprendidísima siendo que tan sólo a L.A. tendríamos que estar sentados 12 horas. Un rato después los pasajeros se quejaban de un güey con aspecto de cholo que iba molestándolos, a mí no me causaba sobresalto pero se la pasaba gritando y tratando de hablar con el chofer a mitad de la noche, se lo llevaron arrestado. Chale.
Una vez llegada a L.A a la mañana siguiente encontré la ciudad tan nublada como el DF en verano, pero estaba dispuesta a "hacer las paces" con ella tras haber estado ahí hace 8 años y haberme sentido incómoda y hasta angustiada. Después de vivir un tiempo en la urbe latina caótica por excelencia, ya esa otra ciudad gringa no me sacudía, hasta sentía gusto de estar ahí.
Recorrer de nuevo la calle Broadway te remite a los años del auge del buen cine, hoy convertidos en tiendas de ropa de baja calidad. Los edificios y las marquesinas siguen en pie, pero la mayoría
descuidadas, ya no se perciben mas que recuerdos. En los alrededores se oye español, inglés y "spanglish". No soy asidua a la cultura chicana, pero es curioso ver como una ciudad que puede ser tan grande también pueda ser tan pequeña y con múltiples facetas sociales, culturales y hasta económicas...
(Continuará)
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