"Me niego a vivir como una mujer ordinaria, a establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré a él. Me adapto a mí misma". Anais Nin
domingo, septiembre 12, 2010
Londres, UK
Quien no conozca a un auténtico cockney, quien no pueda alejarse de las tiendas y los teatros para torcer por una callejuela lateral y llamar a la puerta de una casa particular, no puede jactarse de conocer Londres.
Virgina Woolf
Probablemente Mrs. Woolf tenga razón y yo no pueda ufanarme de haber vivido alguno de estos momentos. De hecho ni siquiera visité los grandes museos como el Tate Modern o el British Museum ni siquiera vi las joyas de la corona ni vi de cerca a la familia real (ugh!), pero tuve el enorme placer de caminar sobre su majestuoso puente, de mirar el río Tamesis, de recorrer la calle Piccadilly Circus y pasear por la imponente Trafalgar Square, y especialmente, de estar con alguién con quien yo deseaba estar fervientemente.
En Londres las calles son estrechas y empedradas y la sensación de estar a bordo de un auto en el lado contrario es muy extraña; recibí un trato cordial de los ingleses, excepto por la mujer que me entevistó en la oficina migratoria, y mi anfitrión fue uno de los seres más excéntricos y maravillosos que haya conocido en los últimos años. Planée el viaje con poco tiempo de anticipación y dinero, pero no me arrepentiría. Además, tuve la oportunidad de visitar otros pueblos pequeños al este de Inglaterra como Shingle Street, colindante con el Mar del Norte, recóndito, lejano y frío, nada comparable con las cálidas costas mexicanas.
El metro (underground) tiene horas limitadas para su circulación, especialmente los fines de semana; los sábados por la noche los adolescentes con dinero se pasean en limousinas. Ni el clima ni la comida son buenos, pero la sensación de pararse en la tierra que parió a The Beatles, Pink Floyd, Goldfrapp, Bat For Lashes, Virginia Woolf, Shakespeare y un laaargo etcétera es como para sentirse transformado.
Al volver a México un 15 de septiembre por la noche, presencié desde el avión el Zócalo en plena fiesta y los juegos pirotécnicos en aparente bienvenida para mi, pero yo lo único que deseaba eran mi cama y mi almohada.
Esta anécdota pudiera ser un poco reiterativa, pero no lo veo como una simple y alocada experiencia de "fui y vine y veanme", lo considero más como un capítulo escrito en mi historia personal inconcluso, esperando tenerme de vuelta.
Esta rola me hace verme un poco a mi misma parada en el underground (metro) londinense, aunque no escuchaba a Unkle en ese momento, sino a The Smiths.
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