Publicado hoy en la sección El Ángel Exterminador
El ángel exterminador
Miriam K. Nales
Muchos no creían en su pronto retorno, pero el ex vocalista de
Pink Floyd volvió a México después de un año y medio para presentar una
vez más su añeja, histórica —y muy redituable— gira del disco "The Wall"
con nuevas imágenes, efectos especiales y los súbditos a sus pies.
Foto: Especial
México • Han transcurrido 33 años del
lanzamiento del álbum, 30 de la película, y casi 22 del concierto
dedicado a la caída del Muro de Berlín… y aun así hay paredes y barreras
que continúan sin derribarse; en cada momento y país se construyen
nuevas, más altas y sólidas, México lo ha demostrado y Waters lo sabe.
Por ello, su presentación del viernes en el Foro Sol fue dedicada a los
niños, a las víctimas del narcotráfico, a las muertas de Juárez y a los
desparecidos. En su muro se leían consignas como “No más sangre”, “2 de
octubre no se olvida” y “Ni una más”. El rock tiene memoria.
Aunque para otros representó una especie de reunión familiar, como para José, un hombre que a sus 50 años es fan de Pink Floyd desde los 19, gracias a sus hermanas mayores, acudió esa noche con sus dos hijos adolescentes para seguir la tradición ataviados de playeras y collares del cerdo volador. Otros asistentes fueron sobrepasados por la euforia y el consumo de sustancias que los hizo mantenerse cabizbajos, nauseabundos y fuera de sí, las drogas que hicieron época pues. Unos más alzaban sus cervezas con júbilo y alegría brindando frente a uno de los miembros de la realeza británica del rock.
Ver The Wall live es como presenciar una obra de teatro fastuosa llena de pirotecnia, rayos láser, aviones y cerdos voladores, pero queda la sensación de que falta algo más que no llenan los efectos visuales. No se trata de Cyndi Lauper, Sinead O’ Connor o Bryan Adams quienes acompañaron a Waters en el concierto de Berlín de1990, sino de los miembros restantes de la banda como David Gilmour, Nick Mason y el recientemente fallecido tecladista Richard Wright, ¿y por qué no?, también su primer líder Syd Barrett atrapado en la nebulosa del LSD y la locura hasta la muerte. Las reminiscencias de la psicodelia y experimentación de los setenta son sustituidas por la parafernalia multimedia de la nueva era. Si tres décadas atrás resultaba costoso montar la escenografía que limitaba la gira mundial de este disco, Waters ha sabido aprovechar inteligentemente los avances de la tecnología para renovar su espectáculo y hacer como un chicle mascado mil veces pueda conservar su sabor dulce, un lujo logístico sólo comparable con un show del “Super bowl”, mencionaban algunos en las redes sociales. Otros más se quejaron del excesivo precio de los boletos, con la diferencia que en esta ocasión incluyeron 12 mil sillas para los asistentes de las primeras filas, pero no hubo un abarrotamiento en la sección de las gradas y algunos huecos fueron evidentes.
No faltaron asistentes con complejo de Edipo quienes en canciones como “Thin ice” y “Mother”, aprovecharon para llamar por celular a sus madres y enviarles una dedicatoria. Quizá nunca sepamos a ciencia cierta quien arrojará la bomba o si deberíamos confiar en el gobierno, pero algo es verdad: sí nos gusta la canción y las madres aman a sus hijos…y sus padres también.
Nostalgia pura o mero oportunismo económico, Waters ha promocionado en giras mundiales algunos de los discos más célebres de Pink Floyd, como “In the flesh” (2002) “Dark side of the moon” (2007) y “The Wall” desde 2010 después de las desavenencias y demandas con sus ex compañeros por los derechos de las canciones y el uso del nombre de la banda. Aunque no deja de resultar una buena oportunidad para que generaciones dominadas por el aifon y las redes sociales tengan un acercamiento con la música que quedó en los viniles empolvados de sus padres, mientras que otras etapas como Atom heart mother (1970), Wish you were here (1975) y Animals (1977), menos conocidas a nivel comercial y por mencionar sólo algunas, parecen haber quedado en el olvido.
A diferencia de conciertos anteriores, las impetuosas e impredecibles lluvias de abril no causaron estragos como sucedió con Radiohead y Caribou un par de semanas atrás, el calor primaveral y las nubes dispersas presentaron una mejor ocasión para que el espectáculo multimedia se proyectara adecuadamente en la enorme pared instalada en el Foro Sol, así como el avión que zurcó todo el tiempo en sus alrededores y hasta el globo del cerdo anticapitalista con consignas en español que terminó desinflado en las manos de los asistentes de la sección “General B”. “¡Di no al puerco!” Gritaban los de las gradas superiores.
De las canciones más coreadas como “Another brick in the wall” parte 1 y 2, Waters se hizo acompañar de un coro de niños con edad para ser sus nietos, se trataba de los colectivos Marabunta y Barrio Activo quienes quedaron bajo la mirada acechante del personaje del profesor caracterizado en un enorme muñeco inflable,. Esta vez no hubo “mañanitas”, pero al menos el cantante aprovechó para hablar en español y hacer hincapié en los conflictos sociales en el país a manera de concientización. Previamente algunos miembros del “Movimiento por la paz con Justicia y Dignidad” de Javier Sicilia se habían reunido con él para entregar una carta, entablar lazos y mostrar fotografías de sus familiares desaparecidos que fueron proyectadas en la pared de 400 ladrillos a la par de las imágenes lisérgicas del ilustrador inglés Gerald Scarfe, creador de la portada del disco y sus animaciones.
Aunque en la esencia de la película “The Wall” consistía en sumirse en la vida y las pesadillas del ficticio cantante Pink, interpretado por Bob Geldof, el concierto adquirió tintes contestatarios y protestas contra el capitalismo que no tuvo U2 en su concierto del año pasado. Waters aprovechó su visita en un plano social, en vez de reunirse directamente con Felipe Calderón como lo hizo Bono.
En “Comfortably Numb” las emociones fluyeron y algunas lágrimas resbalaron. De nueva cuenta se extrañó la imagen de Pink quien nunca apareció en la pared en sus momentos de delirio poseído por las drogas, sus alucinaciones y sus demonios para luego cerrar con la secuencia de “The trial”, en que el personaje es juzgado por la corte, su madre, su esposa y su estricto profesor para terminar el concierto derribando los ladrillos y Waters y su banda despidiéndose jubilosamente con “Outside of the wall”.
Al final del concierto muchos asistentes esbozaban una enorme sonrisa, los jóvenes acompañados de sus padres, los maduros nostálgicos con canas y arrugas, los que habían emprendido un largo camino desde Guadalajara, Aguascalientes o Torreón sin saber que transporte tomar por la enorme Chilangolandia para llegar a su destino. El mensaje de Waters había quedado plasmado en la mente y el corazón de muchos, a manera de conciencia social o mero espectáculo.
…mientras tanto me despedí de don José y sus hijos. Mi vecino nauseabundo del otro lado de las gradas jamás despertó de su sopor alucinógeno. Se perdió de todo el concierto. La pared se había cerrado para él.
Twitter: @miricaiba
Aunque para otros representó una especie de reunión familiar, como para José, un hombre que a sus 50 años es fan de Pink Floyd desde los 19, gracias a sus hermanas mayores, acudió esa noche con sus dos hijos adolescentes para seguir la tradición ataviados de playeras y collares del cerdo volador. Otros asistentes fueron sobrepasados por la euforia y el consumo de sustancias que los hizo mantenerse cabizbajos, nauseabundos y fuera de sí, las drogas que hicieron época pues. Unos más alzaban sus cervezas con júbilo y alegría brindando frente a uno de los miembros de la realeza británica del rock.
Ver The Wall live es como presenciar una obra de teatro fastuosa llena de pirotecnia, rayos láser, aviones y cerdos voladores, pero queda la sensación de que falta algo más que no llenan los efectos visuales. No se trata de Cyndi Lauper, Sinead O’ Connor o Bryan Adams quienes acompañaron a Waters en el concierto de Berlín de1990, sino de los miembros restantes de la banda como David Gilmour, Nick Mason y el recientemente fallecido tecladista Richard Wright, ¿y por qué no?, también su primer líder Syd Barrett atrapado en la nebulosa del LSD y la locura hasta la muerte. Las reminiscencias de la psicodelia y experimentación de los setenta son sustituidas por la parafernalia multimedia de la nueva era. Si tres décadas atrás resultaba costoso montar la escenografía que limitaba la gira mundial de este disco, Waters ha sabido aprovechar inteligentemente los avances de la tecnología para renovar su espectáculo y hacer como un chicle mascado mil veces pueda conservar su sabor dulce, un lujo logístico sólo comparable con un show del “Super bowl”, mencionaban algunos en las redes sociales. Otros más se quejaron del excesivo precio de los boletos, con la diferencia que en esta ocasión incluyeron 12 mil sillas para los asistentes de las primeras filas, pero no hubo un abarrotamiento en la sección de las gradas y algunos huecos fueron evidentes.
No faltaron asistentes con complejo de Edipo quienes en canciones como “Thin ice” y “Mother”, aprovecharon para llamar por celular a sus madres y enviarles una dedicatoria. Quizá nunca sepamos a ciencia cierta quien arrojará la bomba o si deberíamos confiar en el gobierno, pero algo es verdad: sí nos gusta la canción y las madres aman a sus hijos…y sus padres también.
Nostalgia pura o mero oportunismo económico, Waters ha promocionado en giras mundiales algunos de los discos más célebres de Pink Floyd, como “In the flesh” (2002) “Dark side of the moon” (2007) y “The Wall” desde 2010 después de las desavenencias y demandas con sus ex compañeros por los derechos de las canciones y el uso del nombre de la banda. Aunque no deja de resultar una buena oportunidad para que generaciones dominadas por el aifon y las redes sociales tengan un acercamiento con la música que quedó en los viniles empolvados de sus padres, mientras que otras etapas como Atom heart mother (1970), Wish you were here (1975) y Animals (1977), menos conocidas a nivel comercial y por mencionar sólo algunas, parecen haber quedado en el olvido.
A diferencia de conciertos anteriores, las impetuosas e impredecibles lluvias de abril no causaron estragos como sucedió con Radiohead y Caribou un par de semanas atrás, el calor primaveral y las nubes dispersas presentaron una mejor ocasión para que el espectáculo multimedia se proyectara adecuadamente en la enorme pared instalada en el Foro Sol, así como el avión que zurcó todo el tiempo en sus alrededores y hasta el globo del cerdo anticapitalista con consignas en español que terminó desinflado en las manos de los asistentes de la sección “General B”. “¡Di no al puerco!” Gritaban los de las gradas superiores.
De las canciones más coreadas como “Another brick in the wall” parte 1 y 2, Waters se hizo acompañar de un coro de niños con edad para ser sus nietos, se trataba de los colectivos Marabunta y Barrio Activo quienes quedaron bajo la mirada acechante del personaje del profesor caracterizado en un enorme muñeco inflable,. Esta vez no hubo “mañanitas”, pero al menos el cantante aprovechó para hablar en español y hacer hincapié en los conflictos sociales en el país a manera de concientización. Previamente algunos miembros del “Movimiento por la paz con Justicia y Dignidad” de Javier Sicilia se habían reunido con él para entregar una carta, entablar lazos y mostrar fotografías de sus familiares desaparecidos que fueron proyectadas en la pared de 400 ladrillos a la par de las imágenes lisérgicas del ilustrador inglés Gerald Scarfe, creador de la portada del disco y sus animaciones.
Aunque en la esencia de la película “The Wall” consistía en sumirse en la vida y las pesadillas del ficticio cantante Pink, interpretado por Bob Geldof, el concierto adquirió tintes contestatarios y protestas contra el capitalismo que no tuvo U2 en su concierto del año pasado. Waters aprovechó su visita en un plano social, en vez de reunirse directamente con Felipe Calderón como lo hizo Bono.
En “Comfortably Numb” las emociones fluyeron y algunas lágrimas resbalaron. De nueva cuenta se extrañó la imagen de Pink quien nunca apareció en la pared en sus momentos de delirio poseído por las drogas, sus alucinaciones y sus demonios para luego cerrar con la secuencia de “The trial”, en que el personaje es juzgado por la corte, su madre, su esposa y su estricto profesor para terminar el concierto derribando los ladrillos y Waters y su banda despidiéndose jubilosamente con “Outside of the wall”.
Al final del concierto muchos asistentes esbozaban una enorme sonrisa, los jóvenes acompañados de sus padres, los maduros nostálgicos con canas y arrugas, los que habían emprendido un largo camino desde Guadalajara, Aguascalientes o Torreón sin saber que transporte tomar por la enorme Chilangolandia para llegar a su destino. El mensaje de Waters había quedado plasmado en la mente y el corazón de muchos, a manera de conciencia social o mero espectáculo.
…mientras tanto me despedí de don José y sus hijos. Mi vecino nauseabundo del otro lado de las gradas jamás despertó de su sopor alucinógeno. Se perdió de todo el concierto. La pared se había cerrado para él.
Twitter: @miricaiba
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