Había una
vez una niña llamada Caperucita, mi nieta con un gran espíritu servicial. Un día la
mandé con su abuelita, de quien me había divorciado años atrás y no quería
saber nada, para que le entregara la pensión que le pagaba mes con mes. Ella vivía
hasta Ciudad Nezahualcoyotl y yo en Tasqueña. Una tarde abordó el metro hasta allá, le di para el pasaje; quería que fuera ella con tal de no ver a mi ex mujer.
Caperucita
llegó hasta Neza después de dos horas y se encontró con un cholo; le dijo que
qué bonitos ojos tenía. Ella lo ignoró y siguió su camino, pero ignoraba que él pertenecía a la peligrosa pandilla de Los Lobos. La siguió por todo el
camino sin que se percatara. Mientras tanto, mediante su i-phone, se dio cuenta que
Caperucita tuiteaba todo su trayecto y su ubicación en Foursquare. De esa
forma, ubicó la casa de su abuelita no muy lejos de ahí y la rebasó.
Cuando el
cholo-lobo llegó a la casa de mi ex mujer, se introdujo con sigilio, sacó su navaja, robó algunas cosas. Y a llegar a la recamara, ésta gritó, se abalanzó sobre ella, la apuñaló, escondió su cadáver en el closet y se acostó en
la cama colocándose su ropa.
Caperucita,
inocente como siempre lo fue, no se dio cuenta de nada y se acercó a la cama para
saludar. El cholo se encontraba entre las sabanas.
-Abuelita linda,
vine a traerte tu pensión.
-¿Ah sí?,
¿me traes dinero? -Inquirió curioso el cholo fingiendo la voz.
-Deja el
dinero en la repisa y métete en la cama a sobarme la espalda.
Caperucita
obedeció. Al meterse al lecho y ver la terrible sorpresa, gritó despavorida...pero era muy tarde ya. Este le tapó la boca, la golpeó hasta matarla. Tomó el dinero y su teléfono y huyó...
…y aquí me
tienen declarando el caso ante el Ministerio Público con un enorme cargo de
consciencia. ¡Soy un negligente!
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