miércoles, agosto 11, 2010

Hispanos en EU: entre la resignación y la chamba

Miriam Canales

Guillermo parece sereno después de vivir casi 20 años en Los Ángeles: sobrevivió a la ley 187 en California, a los vaivenes del desempleo, a la caótica administración de George Bush, la promesa del “Yes, we can!” de Barack Obama y la entrada en vigor de la SB 1070. Nada parece turbarlo, excepto la poca fe que tiene en su actual presidente. “Yo digo que él es mi compadre... pero porque es un cabrón”. Me dijo de manera irónica, y como despidiéndose de la posibilidad de una reforma migratoria.

En un breve viaje a Estados Unidos percibí el temor y el orgullo del latino power en los recovecos de Texas y California contra la imposición de la gobernadora de Arizona, Jan Brewer. Algunas de las historias de sus migrantes latinos pueden ser tan coloridas como dramáticas.

Un ejemplo contrastante es la situación de las ciudades de El Paso, Texas y Juárez; la primera se convirtió en una de las más seguras de la Unión Americana a diferencia de su vecina, en la que incluso los taxistas dudan en transportar pasaje. “Las mujeres ya no pueden andar solas. Si usted va a esa ciudad y alguien la quiere mandar ejecutar, el matón va a cobrar 45 dólares, mientras que por un hombre cobran 60”, contaba David, un taxista chicano que me condujo por el freeway de El Paso rumbo a la central camionera donde tomaría un autobús a Los Ángeles. De tez clara, ojos azules y acento norteño, David parecía conocer muy bien la problemática entre ambos polos.

En otro recorrido conocí a don Jaime, otro taxista que había vivido 35 años en El Paso y el cual me condujo a una lejana oficina migratoria conocida como “Zaragoza”, en cuyos alrededores se encuentra una enorme valla kilométrica vigilada por la Border Patrol, donde tuve que esperar dos horas de pie para solicitar un permiso. María, una migrante que conocí en el aeropuerto de San Francisco, había abandonado México en 1991 para instalarse en la playa de Half Moon Bay en San Mateo California; la última vez que vio a su madre fue en 1997, un año más tarde nació su hijo y hasta apenas en 2010 decidió volver a visitar su país. Como todo trabajador había sufrido los estragos de la crisis económica actual: “Hay ocasiones en que me dan sólo 2 o 3 días de trabajo porque no tienen para pagarme”.

En cambio, Guillermo había corrido con mucha suerte para ser un migrante sin papeles. Abandonó su carrera de ingeniero agrónomo y su natal Gómez Palacio, Durango —hoy rebautizada coloquialmente como “Gómez balazos” por su ambiente impregnado de violencia—, para aventurarse a Estados Unidos durante los tiempos de George Bush padre. Poco a poco aprendió el oficio de albañilería que lo llevó a hacer trabajos en casas sencillas de Culver City, California, hasta residencias de celebridades como Slash, el guitarrista de Guns N’ Roses y el cantante Prince, pasando por la mansión Playboy y hasta la casa de Arnold Schwarzenegger como governator. “Yo no sé por qué Arnold hace tanto pedo con los latinos si hasta las nanas de sus hijas son salvadoreñas”. Sin perder su sentido del humor mexicano me contaba anécdotas vividas en cada sitio donde él y su equipo habían prestado sus servicios. “Slash sabe hablar español, nos preguntó si nos parecía guapa su esposa... pero porque le habían costado mucho dinero sus cirugías. La mujer no hablaba el idioma y sólo dijo ‘What’. Nosotros nos reímos”. De Prince tiene el recuerdo de un tipo excéntrico con una alfombra púrpura en la sala y un baño del tamaño de un departamento.

Al igual que otros latinos, Guillermo perdió la fe en el alcalde Antonio Villaraigosa, de quien se auguraban esperanzas por su ascendencia mexicana; no sólo su discurso cayó en la hipocresía, sino que sus amoríos extramaritales le costaron la candidatura a gobernador. En unos diarios de Los Angeles Times que me mostró, que en el día de su publicación llegaron a cotizarse entre 60 y 100 dólares, se leía la nota del triunfo de Barack Obama. El resto de la historia es de todos conocida.

Mientras tanto, en San Francisco en el barrio hispano de La Misión, se realizaban marchas contra la SB 1070 conjuntamente con los habitantes de Oakland y de manera simultánea en Phoenix, Nueva York, Oakland y Los Ángeles. Guillermo no participaría ya que el trabajo cotidiano le esperaba desde temprano para perpetuar lo que tan arduamente había buscado, como el resto de la comunidad hispana: su estancia en la “tierra de las oportunidades”.

Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" en Milenio Diario.


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