domingo, agosto 29, 2010

Viajando en tren (notas de una tierra lejana, parte III)

When I run in the dark to a place that's vast
under a sheet of rain in my heart, I dream of home.
Bat For Lashes

Cuando él se despidió de mi nos encontrábamos un lunes por la tarde en una estación de trenes de un pueblito llamado Melton en Suffolk, Inglaterra que me llevaría de regreso a Londres; el día anterior lo había pasado en otro pueblo llamado Shingle Street donde él radica. Nunca antes había tenido la oportunidad de subir a un tren y menos en un país tan lejano como ese.

Los alrededores de la estación no distaban mucho a como se muestra en las películas: casetas de madera con ventanas ovaladas y unas pequeñas tiendas de pan y carne roja muy al estilo inglés. Habían pasado rápidamente los días en que me dispuse a tomar de forma casi intempestiva un avión para conocerlo en persona a como diera lugar, más no teníamos idea de cuando nos veríamos de nuevo ¿tendríamos que esperar meses, años o...acaso nunca? El viaje había superado mis expectativas; sentí como se me formaba un nudo en la garganta y por un momento tuve ganas de llorar, él permanecía serio, aguárdabamos la llegada del tren que nos separaría. Nos dimos un abrazo, un beso y le di las gracias, me ayudó a subir mi pesada maleta y vi por las ventanillas como su figura se alejaba.

Ya a bordo pagué un boleto de 32 libras por un viaje de dos horas; la mayoría de los pasajeros eran casi ancianos y no hablaban entre sí. Durante el trayecto observaba los paisajes verdes y en mis oídos sonaba la voz de Bat For Lashes; hice escala en otro pueblo llamado Ipswich donde por poco y me quedo dentro del vagón, y estando ahí fue donde me dije a mi misma: "¿Cómo chingados se me ocurrió llegar hasta esta parte del mundo yo sola?" Todo era quietud en los alrededores y las pocas personas a la espera permanecían en silencio. Diez minutos después abordé el siguiente tren que me llevaría a "Liverpool Street Station" de Londres donde no podía dejar de pensar en él y sus atenciones, las charlas, los momentos vividos juntos y los paseos por esa imponente ciudad que ahora recorrería sola...y ahí fue donde percibí las horas pico inglesas y a los trabajadores con sus trajes de buen vestir, la premura de la tarde y el sentimiento de "¿Y ahora cómo me muevo de este sitio?"

Cuando finalmente llegué a mi destino, escuchaba en mi reproductor de mp3 "How soon is now?" de The Smiths con la diferencia en que yo no había llegado a Manchester de donde son originarios, sino a la capital del país. Debía volver pronto a México con sus alegrías y sus pesares donde aguardaba una fiesta de 15 de septiembre de la que no me interesaba ser partícipe ese año. El fugaz sueño había terminado, pero mi anfitrión ya se había ganado un lugar especial en los anales de mi historia personal.

Esta es una de las rolas que escuchaba, y como dice la letra yo también supe que había una llama en su corazón la primera vez que lo vi.

miércoles, agosto 11, 2010

Hispanos en EU: entre la resignación y la chamba

Miriam Canales

Guillermo parece sereno después de vivir casi 20 años en Los Ángeles: sobrevivió a la ley 187 en California, a los vaivenes del desempleo, a la caótica administración de George Bush, la promesa del “Yes, we can!” de Barack Obama y la entrada en vigor de la SB 1070. Nada parece turbarlo, excepto la poca fe que tiene en su actual presidente. “Yo digo que él es mi compadre... pero porque es un cabrón”. Me dijo de manera irónica, y como despidiéndose de la posibilidad de una reforma migratoria.

En un breve viaje a Estados Unidos percibí el temor y el orgullo del latino power en los recovecos de Texas y California contra la imposición de la gobernadora de Arizona, Jan Brewer. Algunas de las historias de sus migrantes latinos pueden ser tan coloridas como dramáticas.

Un ejemplo contrastante es la situación de las ciudades de El Paso, Texas y Juárez; la primera se convirtió en una de las más seguras de la Unión Americana a diferencia de su vecina, en la que incluso los taxistas dudan en transportar pasaje. “Las mujeres ya no pueden andar solas. Si usted va a esa ciudad y alguien la quiere mandar ejecutar, el matón va a cobrar 45 dólares, mientras que por un hombre cobran 60”, contaba David, un taxista chicano que me condujo por el freeway de El Paso rumbo a la central camionera donde tomaría un autobús a Los Ángeles. De tez clara, ojos azules y acento norteño, David parecía conocer muy bien la problemática entre ambos polos.

En otro recorrido conocí a don Jaime, otro taxista que había vivido 35 años en El Paso y el cual me condujo a una lejana oficina migratoria conocida como “Zaragoza”, en cuyos alrededores se encuentra una enorme valla kilométrica vigilada por la Border Patrol, donde tuve que esperar dos horas de pie para solicitar un permiso. María, una migrante que conocí en el aeropuerto de San Francisco, había abandonado México en 1991 para instalarse en la playa de Half Moon Bay en San Mateo California; la última vez que vio a su madre fue en 1997, un año más tarde nació su hijo y hasta apenas en 2010 decidió volver a visitar su país. Como todo trabajador había sufrido los estragos de la crisis económica actual: “Hay ocasiones en que me dan sólo 2 o 3 días de trabajo porque no tienen para pagarme”.

En cambio, Guillermo había corrido con mucha suerte para ser un migrante sin papeles. Abandonó su carrera de ingeniero agrónomo y su natal Gómez Palacio, Durango —hoy rebautizada coloquialmente como “Gómez balazos” por su ambiente impregnado de violencia—, para aventurarse a Estados Unidos durante los tiempos de George Bush padre. Poco a poco aprendió el oficio de albañilería que lo llevó a hacer trabajos en casas sencillas de Culver City, California, hasta residencias de celebridades como Slash, el guitarrista de Guns N’ Roses y el cantante Prince, pasando por la mansión Playboy y hasta la casa de Arnold Schwarzenegger como governator. “Yo no sé por qué Arnold hace tanto pedo con los latinos si hasta las nanas de sus hijas son salvadoreñas”. Sin perder su sentido del humor mexicano me contaba anécdotas vividas en cada sitio donde él y su equipo habían prestado sus servicios. “Slash sabe hablar español, nos preguntó si nos parecía guapa su esposa... pero porque le habían costado mucho dinero sus cirugías. La mujer no hablaba el idioma y sólo dijo ‘What’. Nosotros nos reímos”. De Prince tiene el recuerdo de un tipo excéntrico con una alfombra púrpura en la sala y un baño del tamaño de un departamento.

Al igual que otros latinos, Guillermo perdió la fe en el alcalde Antonio Villaraigosa, de quien se auguraban esperanzas por su ascendencia mexicana; no sólo su discurso cayó en la hipocresía, sino que sus amoríos extramaritales le costaron la candidatura a gobernador. En unos diarios de Los Angeles Times que me mostró, que en el día de su publicación llegaron a cotizarse entre 60 y 100 dólares, se leía la nota del triunfo de Barack Obama. El resto de la historia es de todos conocida.

Mientras tanto, en San Francisco en el barrio hispano de La Misión, se realizaban marchas contra la SB 1070 conjuntamente con los habitantes de Oakland y de manera simultánea en Phoenix, Nueva York, Oakland y Los Ángeles. Guillermo no participaría ya que el trabajo cotidiano le esperaba desde temprano para perpetuar lo que tan arduamente había buscado, como el resto de la comunidad hispana: su estancia en la “tierra de las oportunidades”.

Publicado hoy en la sección "El ángel exterminador" en Milenio Diario.


domingo, agosto 08, 2010

5 años de Sirena de Alcantarilla


Hace 5 añejos tuve la loca idea de iniciar este blog gracias a un ex novio que seguramente ya no me lee, pero que me dejó esto como aportación. En este espacio pedorro, irreverente y a veces pretenciosamente serio he narrado mis aventuras, desventuras, alegrías, y cuanta pendejada se me ha ocurrido; por igual me he ganado seguidores como anónimos ojetes que me han llamado piruja. No importa, nadie somos monedita de oro.
Aquí he tenido el atrevimiento de balconear a figuras públicas, (jojojojo) narrado crónicas vividas en festivales de cine que entre más frívolas más leídas y cuando he querido ser seria veo que no atraigo tantas lecturas. Mmmm.
En fin, agradezco a tod@s aquellos que pierden minutos de su vida en leer esta bitácora en lugar de hacer algo mejor como a los que piensan que soy una pendeja. Pero, en especial quiero hacer hincapié en todos los lectores se me han acercado personalmente y me han dicho que siguen el blog. No sean gachitos, de vez en cuando dejenme un comentarito ¿Va?

Gracias a todos

Miriam

sábado, agosto 07, 2010

Columna "Otra parte" de Rogelio Villarreal (Milenio Semanal, 24 julio 2010).

En 1856 el hacendado español Leonardo Zuloaga dijo del rancho que había comprado seis años antes: “El Torreón es la mejor y más principal de mis fincas y cuyo nombre le viene cuando la comencé a fundar, lo primero que hice en ella fue un torreón donde pudiera escapar de los ataques de los bárbaros la gente que trabajaba” (Gildardo Contreras Palacios, Leonardo Zuloaga, fundador del Torreón, Dirección Municipal de Cultura, 2003).

El Torreón en el que nací hace medio siglo era una ciudad pequeña, de calles espaciosas y tranquilas. Aunque muy pronto mis padres nos transterraron, a mi hermano menor y a mí, a la gran Ciudad de México, no perdimos el lazo con la patria chica. Todos los años pasábamos allá las vacaciones de verano, las de invierno y los puentes que se atravesaran. Nos convertimos en un híbrido de chilangos y norteños que presumíamos a los compañeros de la escuela las hazañas de Pancho Villa —al que todavía creíamos un héroe—, el calor infernal del desierto, el lecho seco y ardiente del río Nazas, las feroces hormigas rojas de dolorosa picadura y los campos de algodón de los alrededores. A los primos y amigos laguneros, en cambio, les hablábamos de la inmensidad de una urbe inasible, una sucesión interminable de edificios y miles de vehículos, un vertiginoso océano de luz por las noches. Teníamos lo mejor de ambos mundos: las matinés y los estrenos en Cinelandia —en Niño Perdido, hoy Eje Central— y otros cines como el Ideal, el Jalisco y el Ermita, y las aventuras en paisajes lunares bajo un sol abrasador.

Ir a Torreón era lo más parecido a un viaje al pasado, a tradiciones desconocidas en la urbe, a la inocencia de la gente, sobre todo de los viejos. No solamente los niños, también muchos adultos nos escuchaban con azoro cuando les contábamos de los fenomenales atolladeros de autos o de la increíble vista de la capital desde las alturas de la Torre Latinoamericana, o del moderno Periférico —inaugurado por Díaz Ordaz— que conectaba en pocos minutos el nuevo suburbio de Ciudad Satélite y nuestra flamante Unidad Independencia, al extremo sur de la ciudad.

Mi abuelo, el padre de mi madre, era panadero y todos los días iba a su trabajo en una bicicleta de diseño aerodinámico. Por las noches solía contarnos historias de espectros y aparecidos, que escuchábamos sin pestañear, sin saber si creerlas o no. Mi tía Amelia mataba guajolotes o conejos para preparar platos exquisitos y mis primos Lalo y Toño trataban de enseñarnos a caminar descalzos por el río sorteando las pequeñas y terribles esporas cubiertas de espinas traicioneras. Entonces aún había muchos tríos de ancianos que entonaban canciones cardenches, uno de los cantos bucólicos más tristes del mundo.

A principios de los años setenta el Nazas se desbordó y una parte de la ciudad quedó bajo las aguas. Vimos las noticias por la televisión y también en “El mundo al instante” que pasaban en los cines. Con todo, los daños no fueron tan graves y, que yo recuerde, no hubo muertos. Nada que ver con el enfurecido diluvio que hace unos días castigó a Monterrey.

Hoy, las noticias que provienen de Torreón son sobrecogedoras. Ha habido ya tres matanzas de jóvenes y los muertos aparecen casi a cada paso. Las calles están vacías por las noches y un aire lúgubre cubre la industriosa ciudad, antaño pacífica y hospitalaria.

En Torreón murió mi padre hace ocho años. Hoy no creería lo que pasa en la entrañable y limpia ciudad de su juventud.



Por esos oscuros días esta tétrica y dramática rola no dejaba de sonar en mi cabeza.

Discurso de Jaime López para presentar el libro "Crónica Biciteka" de Georgina Hidalgo. (Producciones El Salario del Miedo, 2021.) Lugar: Fonda El Convite. Fecha: 20 de octubre de 2021.

              ACERCA DE LA CRÓNICA BICITEKA DE GEORGINA HIDALGO VIVAS                                                                     ...