miércoles, noviembre 06, 2013

La ruta de Amy Winehouse y un brindis en su memoria

Nueva colaboración en El ángel exterminador de Milenio Diario

“Quiero que la gente escuche mi voz y olvide sus problemas por solo cinco minutos. Quiero ser recordada por conciertos que agoten localidades y se llenen en su totalidad. Quiero ser recordada por… ser solo yo”. Cuando Amy Winehouse escribió este ensayo en 1997 en la escuela de teatro Sylvia Young sobre la manera en que deseaba trascender en el mundo, no sabía hasta qué punto sus palabras traspasarían el papel y la pluma. Éste se encuentra expuesto en la actualidad en el Museo Judío de Londres como parte de una semblanza a su vida personal en un nivel más íntimo, más allá de sus escándalos artísticos.
Su familia se encargó de rendirle un homenaje póstumo a través de la exhibición A family portrait conformada por fotografías, videos, discos y objetos personales que definieron la obra, el triunfo y el declive de “la diva del soul”. Una colección en honor a sus raíces judías donde la unión parental fue punto clave en su formación… pero omitiendo el influjo de su marido Blake Fielder-Civil. Desde entonces era evidente su amor hacia Frank Sinatra, al jazz y el soul y la nula influencia de grupos del momento como las Spice Girls.


El pasado septiembre Winehouse hubiese cumplido 30 años de edad; su figura se ha transformado en un icono local en su antiguo vecindario, al norte de Londres, como un centro de culto. Su imagen vive dibujada y fotografiada en algunos muros. La huella sigue firme a través de avenidas como Chalk Farm y el número 30 de Camden Square donde permanece el flat (departamento) en que pasó sus últimos días y al que llegaron decenas de fans a despedirla el 23 de julio de 2011, fecha de su deceso. Parece como si nunca hubiera estado ahí, no hay indicios ni siquiera de la placa que da nombre a la calle, ni paparazzi espiando.
Durante el día, este barrio es un lugar de paseo con tiendas, restaurantes y cafés dirigidos a jóvenes visitantes similar al Haight Ashbury de San Francisco. A los alrededores, mercados como Camden Lock y Stables Market ofrecen baratijas y souvenirs a precios económicos. Por la noche abunda un ambiente bohemio con música estridente, barullo y busypubs (bares concurridos) donde británicos y turistas conviven por igual, beben y ríen de forma ruidosa sin importar los países de los cuales provengan. Pese a las bajas temperaturas, las chicas caminan desinhibidas en falda corta, shorts y escotes. El frío no es un obstáculo para la sensualidad.
Es justo en una de estas tabernas como The Hawley Arms donde Amy Winehouse acudía de manera habitual. Una fotografía suya se asoma desde una ventana del tercer piso, como observando a los visitantes. La música suena a altos decibeles y pulula un olor a cerveza rancia. La nostalgia se manifiesta más en los baños sucios donde sus admiradores le escriben mensajes en las puertas de los excusados como: “Amy, por favor no te drogues en el cielo”. “Te extrañamos”. “Te queremos”. No se puede negar que desde entonces la popularidad de este pub ha ido in crescendo.


En el acervo fotográfico familiar de la cantante es difícil de creer la transformación de niña inquieta y estudiante talentosa a mujer adulta atormentada y herida por las drogas cuyas imágenes circularon en tabloides amarillistas. Tal vez el papel severo y sarcástico de la prensa británica la orilló de manera paulatina a dar su mejor noticia al igual que Diana de Gales: la muerte. Su padre, Mitch Winehouse se ha encargado de impulsar una fundación con su nombre auxiliando a jóvenes adictos y escribió un libro en su honor titulado: Amy, my daughter. ¿Recuerdo genuino o deseos de un poco de reflector? Quizás, guardando la distancia, esta sutileza entre amor parental y fama y dinero es semejante al homicidio de la cantante Selena y la serie de proyectos comerciales que desarrolló su padre Abraham Quintanilla de manera póstuma explotando su imagen. Criticado y agradecido por igual.
La noche vuelve a caer en Camden Town. Los juerguistas británicos blancos y negros acuden una vez más desde diferentes puntos de Londres en busca de la fiesta y el jolgorio. En el bar The Black Cap celebran una gala apoyada por el Lord Mayor local, Jonathan Simpson, para obtener subsidios que ayuden a la fundación, como las 12 libras esterlinas de cover y la presentación de un show travesti conformado por los extravagantes drag queens Baga Chipz, La Voix, Topsie Redfern, Lana Pillay y Le Gateau Chocolat. Todos siguen profesando admiración por la cantante y su conexión con la sensibilidad gay.
Amy partió dejando un legado en su barrio y la escena musical, quizá como un pájaro que escapa volando. Ella nunca tuvo uno como mascota, sólo una jaula vacía en su departamento. Su familia decidió exhibirla en el museo como una metáfora de un ave que se va al cielo…o que más bien regresa a la oscuridad.
@miricaiba

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