"Me niego a vivir como una mujer ordinaria, a establecer relaciones ordinarias. Necesito el éxtasis. Soy una neurótica, en el sentido de que vivo en mi mundo. No me adaptaré a él. Me adapto a mí misma". Anais Nin
domingo, noviembre 06, 2011
Dos años sin Bertha
Mi tía Bertha Alicia Ibarra tenía un sentido del humor muy característico: ácido, ágil, espontáneo. Solía mofarse de sus experiencias con la familia, con su trabajo, del programa de televisión que estuviera viendo. Era muy políticamente incorrecta. Bertha siempre fue rebelde desde niña; la mayor de ocho hermanos y desde entonces cargó con la responsabilidad de cuidar de todos, cosa que amaba y a la vez la desgastaba. Era generosa y brillante pero a la vez autoritaria y temperamental como un hombre. Le encantaba viajar al extranjero y vivió por temporadas en Estados Unidos e Italia.
Cuando tenía 3 años recuerdo que me llevó al café del Hotel Paraíso del Desierto en Torreón.
A esa misma edad ella y mi mamá me acompañaron por primera vez al kinder en el Colegio La Paz. Recuerdo que lloré mucho, como si me hubieran abandonado para siempre. A los ocho no me dejó rentar un VHS de la película "Elvira, mistress of the dark". Dijo que no era para niños. Cuando tenía 12 veía junto conmigo el programa de Beavis y Butt-Head, tenía más de 45 años y entendía su humor pendejo, cosa que hacía enojar a mi conservadora abuela Abi.
A los 14 me llevó a un bar por primera vez en mi vida donde tomé unas "medias de seda". En ese entonces yo aparentaba más edad y Torreón no era ni remotamente un sitio donde pudieras morir por el simple hecho de irte de fiesta. La violencia todavía no formaba parte de la cotidianeidad.
Pero la salud de Bertha quedó dañada en 2001 cuando encontraron un tumor en uno de sus pechos el cual tuvo que mutilarse. Acudí una noche al hospital a cuidarla y por mucho tiempo nos olvidamos del asunto hasta que en 2008 el mal regresó para ya no dejarla. Bertha se convirtió en una víctima más del cáncer de mama que afecta a millones de mujeres en el mundo. En un día como hoy recuerdo su despedida definitiva hace dos años, pacífica, cálida, como una paloma que sale por la ventana para nunca más regresar y sólo vivir en mis sueños oníricos.
Este espacio es muy pequeño para describir la cantidad de cosas que vivimos, los años en que orientó, me enseñó y sobre todo me amó como si fuera mi madre.
Todavía te extraño mucho, querida Bertha. Y no sabes cuanta falta me haces.
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