Desde 2008, esta cinta ha obtenido múltiples reconocimientos a nivel internacional, como en los festivales de Cannes, Morelia y Guadalajara. De madre estadounidense y padre mexicano, Amat Escalante nació por casualidad en Barcelona y posteriormente radicó en Estados Unidos y Turquía. Sus vaivenes le llevaron a escribir el guión dados sus orígenes multiétnicos y experiencias personales: “No quería ahondar en el tema, pero sí en la manera en que veía la situación y eso es lo que me propuse, quería enseñar hasta qué punto se puede dar la explotación entre mexicanos por estadounidenses, hasta que se colapsara”.
Para bautizar el título de su segundo filme, Amat acudió al diccionario buscando una palabra precisa: “Busqué la palabra bastardo y quiere decir algo que degenera de su naturaleza u origen y eso me atrajo cuando estaba escribiendo el guión. Quería ver cómo los personajes se vuelven otra cosa, como si fueran criminales”.
La situación que vivió el joven cineasta resultaba propicia para encarnar la historia, recuerda sus vivencias como trabajador a destajo en Estados Unidos (donde vivió por ocho años), las anécdotas de su familia; en una ocasión, su padre saltó una barda y se hirió una mano con un alambre de púas, u otra en la que la policía lo detuvo caminando solo por la calle.
De cómo, al buscar un mejor estilo de vida en el extranjero, dramáticamente ocurre el efecto contrario. “Ese ambiente estadounidense que supuestamente es el de la libertad no lo es. No me sentía libre, en México sí y de muchas maneras”.
La historia es protagonizada por dos actores amateurs llamados Jesús Moisés Rodríguez y Rubén Sosa, seleccionados más por casualidad que por casting, quienes se ajustaron al perfil exacto de los personajes que buscaba el director. Uno fue encontrado en Los Ángeles y el otro en Guanajuato por su hermano. “A mí me gusta la gente interesante que me transmita algo. Quería hacer una película cinemática, pero poniendo a ellos que son muy personas de la vida frente a la cámara. Por ejemplo, esa herida, esa mugre que lleva el actor en el póster no es maquillaje, son manos de trabajador y él tenía las uñas del dedo meñique larguísimas y a un actor le tendría que poner esos detalles. Eso es lo que me molesta de las películas de emigrantes, que los visten con camisitas de cuadros y los ponen a hablar de una manera que no es. Para mí era importante que los actores tuvieran su historial en las manos y en las caras”.
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