miércoles, diciembre 14, 2011

Crónica neoyorquina: La última navidad de John Lennon

Publicado hoy en el blog de La Mosca en la pared.


Texto y fotos: Miriam Canales


Nueva York, EE.UU. ¿Cómo habrá pasado su última navidad John Lennon? Lo imaginé caminando sobre la nieve de Central Park, escuchando a los músicos callejeros, comprando golosinas y conviviendo con algunos niños, como en el video de “Mind Games”, pero las circunstancias reviraron la noche del 8 de diciembre de 1980 en que cinco balas interrumpieron su vida. Muchos años después, yo me encontraba en el lugar de los hechos, en una tarde fría y gris de Navidad, atestiguando en el sitio que lo vio morir: el edificio Dakota.

Me encontraba en Nueva York durante las vacaciones de invierno de 2009. El frío, la lluvia y la nieve azotaban en todo momento y el calor que irradiaba el sol no bastaba para calentar los helados ánimos. Esa tarde caminé un tramo de Central Park por la parte norte, conocí de cerca los paseos familiares neoyorquinos, trepé los columpios del área de juegos y escuché la música de un saxofón proveniente de los potentes pulmones de un músico negro; pensé en toda la belleza que Lennon apreciaba cada día en los alrededores de su edificio y veintinueve años después trataba de imaginar la agonía de Lennon, el semblante lloroso de Yoko Ono y la actitud decidida y el arma que portaba Mark Chapman. Mis ideas iban más allá de la fallida película Chapter 18 que intentaba recrear los hechos. La realidad puede ser más sabrosa que la ficción.
A un costado de la avenida 1, en el West Side de Manhattan, encontré en el piso el famoso mosaico circular donde se leía la leyenda “Imagine” que alguna vez me propuse conocer. Una pareja de mexicanos me fotografiaron arrodillada sobre él, residían en Chicago e iban de visita por la Gran Manzana; me encontraba sola en ese momento y mi única compañía eran mis pensamientos y la efigie de un Holden Caufield de El guardián en el centeno que había inspirado a Chapman para asesinar al ex beatle. Ahí estaba en mi cabeza el adolescente rebelde parido por el también finado JD Salinger, deambulando por un Nueva York nevado, repleto de árboles de Navidad, compradores compulsivos en almacenes ostentosos, turistas y phonies (personas superficiales) que abarrotaban cada resquicio de las avenidas más opulentas. La canción “Happy Christmas” sonaba en todo momento por la radio, para rememorar a su hijo predilecto: desde los establecimientos de donas que venden desayunos por cuatro dólares, hasta los cafés y restaurantes de alta categoría.

En la calle 72 se encuentra el imponente edificio Dakota, una construcción del siglo XIX de estilo renacentista alemán, en donde han residido celebridades como el cantante Paul Simon y la actriz Lauren Bacall, quien alguna vez confesó haber escuchado desde su apartamento las detonaciones que truncaron la vida de su vecino británico. La enorme reja negra sobre la puerta ovalada recibe a los moradores, pero no se permite la entrada a externos, a menos que haya un motivo justificado para realizar una visita. Con la exigua luz del acceso principal que lo ilumina, se puede entender por qué Roman Polanski decidió filmar ahí El bebe de Rosemary: un ambiente fantasmagórico envuelve al inmueble. Se dice que después de realizar la película, se desataron algunos espíritus chocarreros. Supersticiones de cada quien.
Como en la contraportada del disco póstumo Double Fantasy, yo también me acomodé al pie del edificio y sus barandales con adornos rústicos, como John y Yoko mirando de perfil con el célebre parque neoyorquino de fondo. Los pocos visitantes que merodeaban esa tarde, un grupo de turistas jóvenes entre adolescentes y niños, se tomaban fotos en las inmediaciones del Dakota que lucía silencioso y calmado, acorde a una tarde nublada y con nieve por doquier. Un vigilante adusto custodiaba la puerta principal, un enorme árbol navideño plateado se apreciaba desde la calle. Era una pena que toda esa belleza se abandonara al partir de esta vida a la siguiente.
Aún trato de recrear en mi mente a un John Lennon preparando la Navidad de 1980, acompañado de Yoko y Sean, de su música y de las canciones que después se volverían una obra para la posteridad como “Woman”, “Watching the Wheels” y “Just Like Starting Over”…, pero aquí ya no había forma de comenzar otra vez. ¿Y qué hubiera pasado si Holden Caufield no se hubiera atravesado en la vida de Mark Chapman y a su vez él no se hubiera atravesado en la de John Lennon? No queda más que imaginar, imaginar e imaginar.


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