Coyoacán secuestrado

Si es que algunos no lo saben, el hermoso centro de Coyoacán está cercado por mallas de puas que impiden el paso a sus jardines y parques, todo con la finalidad, según mi flamante delegado Heberto Castillo Jr, de hacerle mejoras: cambiar el piso, los jardines and all that stuff (Y digo "mi" porque yo también vivo en esta delegación, pero por Copilco).

Conocí Coyoacán hace relativamente poco, gracias a mi ex novio Toño quien una tarde de agosto de 2005 (ocho años después de ausentarme del Distrito Federal) me dijo: "Te voy a llevar a mi lugar favorito de la ciudad". Ya sabía de él, pero mi familia nunca me llevó a conocerlo cuando venía a vacacionar aquí de niña (Shame on them!) Mis ojos se sorprendieron al ver una plaza colonial llena de árboles, humedad, gente, arte y hippies (Por ese entonces me encantaba esa moda, ahora ya no tanto) Sentí una identificación inmediata con Coyoacán, me dije "¡De aquí soy!" Dicho y hecho, ya no quería salir de ahí. Pese a que los fines de semana hay un chingo de gente y dejan basura por doquier, lo amo. Cuando emigré al DF en enero del año pasado me sentí feliz de que mi nueva casa estuviera cerca, si tuviera suficiente dinero viviría ahí, pero soy una periodista pobre, ni modo.

Coyoacán ha sido escenario de grandes momentos personales: como de los paseos que hacíamos Toño y yo solos o acompañados de sus amigos y eramos una pareja feliz.
Como la primera cita que tuve con ese otro hombre que lo desplazaría de mi corazón, el de los ojos verdes y los bíceps prominentes, frente a la iglesia de San Juan Bautista cuatro días después de mi llegada. Se puso feliz al verme y me abrazó efusivamente, no podía ocultar su sonrisa, pero yo no podía expresar lo mismo, sólo tristeza y desconfianza tras haber abandonado mi terruño natal.
También esa mañana de marzo que fuí a desayunar con Marco (¡te extraño, güey!) donde me hizo mi primera propuesta laboral en la ciudad la cual acepté y fue lo mejor que pude hacer. Como esa noche en que el fotografo Rodrigo Moya me llevó a caminar y me contaba sus historias, desde la Plaza de la Conchita hasta el Jardin Hidalgo y la casa de la Malinche...
...Y como olvidar las alocadas tarde-noches de risa en el kiosco con los comediantes Gabo, Juan y Miguel. Esos que siguen peleando por espacios para el teatro callejero. Como decían ellos mismos "¿Ahora a donde se va a ir a divertir tante gente pobre", "¿cómo nos van a sacar si ya estamos afuera?" Era una buena dosis de buen humor y picardía. Deseo que regresen pronto.

Coyoacán siempre será un lugar propicio para echarse un café, una chela con los amigos o simplemente para caminar o leer. Pero por lo pronto si se pasean por ahí sólo verán máquinas desazolvadoras, albañiles y hasta granaderos custodiándolo de los artesanos. Espero no tarden mucho. No me parece tan indispensable una "remodelación" como lo anuncian, creo que hay asuntos prioritarios en esta delegación, pero en algo Heberto Jr. tiene que gastarse nuestros impuestos aunque sea para los lugares más turísticos mientras las colonias marginadas se mantienen al mismo nivel.

Así es el PRD en el DF ¿qué se le va a hacer?