lunes, noviembre 26, 2012

Dead Can Dance: los muertos bailan de nuevo

Publicado hoy en la sección El ángel exterminador de Milenio Diario

Miriam Canales

Noviembre tiene sabor a música del medioevo y este dueto australiano se encargará de su despedida con su más reciente disco y nuevos bríos por delante.
México  • Se habían separado en dos ocasiones, pero los lazos musicales son más fuertes. Lisa Gerrand y Brendan Perry retornan a México para presentar su nuevo disco Anastasis.
Noviembre tiene sabor a música del medioevo y este dueto australiano se encargará de su despedida con su más reciente disco y nuevos bríos por delante. La última vez que se escuchó en estudio a Dead Can Dance fue con el álbum Spiritchaser  y de ello han transcurrido 16 años; en 1998 el dueto se apartó para emprender diferentes rutas como solistas: Lisa en su natal Australia y Brendan en Irlanda, resguardado en una vieja iglesia que compró para ocuparla como hogar y estudio de grabación, aunque siguieron escribiendo y produciendo bajo el nombre de Dead Can Dance, contribuyendo en este periodo para bandas sonoras de películas como Gladiador (2000) y su disco recopilatorio de éxitos Memento en 2001.
Es evidente que nunca se presentaron en este país durante sus mejores épocas ni en su etapa de juventud; ahora con su nueva obra Anastasis regresan para presentar una serie de conciertos en el Distrito Federal los días 27 y 29 de noviembre y el 30 en Guadalajara desde su última visita en 2005, año en que promovieron una gira mundial por Europa, Canadá, Estados Unidos y México.
DE AUSTRALIA A LA ETERNIDAD
Los vaivenes de la música de Dead Can Dance los han llevado a recorrer desde sus raíces en Melbourne, Australia hasta Londres, Inglaterra donde emigraron buscando el éxito comercial en 1982. Hasta la fecha algunos confunden sus orígenes entre un país y otro. Sin haber sido nunca las estrellas favoritas de MTV en la década de los 80, su influencia se refleja en la escena gótica ydark wavey en proyectos afines como los alemanes Enigma y otros más recientes como la cantante inglesa Bat For Lashes.
Utilizando instrumentos poco comunes en la cultura occidental, la pareja ha creado un estilo muy característico que no siempre resulta fácil de catalogar, podría definirse como oscuro y “brujesco”, pero posee una riqueza sonora con tintes medievales, étnicos, africanos, góticos, ambienty un poco de rock experimentando constantemente con distintos ritmos y atmósferas. Su música remite desde el más intenso trance hasta la más profunda abstracción en viajes lentos y pausados: como sumergirse al fondo del mar, como acudir a una ceremonia religiosa o presenciar un ritual sagrado con una vieja tribu.
Su viaje inició en 1984 con su debut homónimo cargado de ritmos frenéticos, rock gótico y una pequeña dosis de post punk; sus obras posteriores continuaron por caminos más eclécticos como en “Spleen and ideal” (1985) y “Within the realm of a dying sun (1987). En 1993 lanzaron “Into the labyrinth”, un disco sustancioso y maduro en el que combinaron percusiones, voces a capela y sonidos africanos. Discos como este último fueron grabados por separado mientras cada integrante se encontraba en diferentes partes del mundo como Europa y Oceanía.
MÚSICA PARA EL FIN DEL MUNDO
“Anastasis” es una palabra griega referente al descenso de Cristo a los infiernos a fin de permitir su entrada al cielo. En una etapa en que el tema sobre el final de los tiempos se divulga por doquier llegando a rayar en lo absurdo, Gerrand y Perry parecen celebrarlo y le reciben mediante la música nueva, la renovación y el reencuentro mutuo, según han declarado: “Nosotros grabamos discos porque todavía tenemos muchos demonios por exorcizar; disfrutamos la naturaleza terapéutica de hacer música y a través de eso queremos expresar esa alegría y transmitirla a la gente”. Pasión total.
En esta nueva entrega no hay gran experimentación ni tampoco suena a algo que no se haya escuchado antes. Sin embargo, merece mención aparte. El álbum abre con “Children of the sun” en la voz de Brendan Perry que se encarga de iniciar el desfile musical. Hay otras piezas de alto octanaje que expelen una fuerte sensualidad como “Agape” en que la embrujadora voz de Lisa Gerrand conduce por confines oscuros y que exige paciencia para dejarse llevar por sus largos caminos. Lo mismo sucede con “Kiko”, una pieza extensa digna de ser escuchada durante una sesión de Kamasutra y Return of the she-king cuyos sonidos remiten a una marcha que anuncia la noticia que el regreso del Señor se aproxima. Su compañero Perry comparte la encomienda vocal con otras canciones como “Opium”, “Amnesia” y el cierre final con “All in good time”. Es momento de sentir arrepentimiento por los pecados cometidos.
A 16 años de distancia, es meritorio el hecho de que Dead Can Dance no abandone a sus generaciones de escuchas y haya tenido la osadía de salir de su silencio en los tiempos predominantes del pop y el rock reciclados, la trivialidad en la música y las descargas gratuitas.
Si el mundo habrá de sumergirse en una masa oscura y amorfa en los próximos días será mejor mantener los oídos vírgenes y los sentidos alertas, más aún si los muertos salen a bailar la pieza final.

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