lunes, julio 29, 2013

El paraíso que Buñuel dejó atrás


Publicado hoy en El ángel exterminador de Milenio Diario
Miriam Canales

 En el poblado de Jungapeo, al norte de Michoacan, aún existen algunos antiguos balnearios como el de San José Purua, donde el cineasta español Luis Buñuel solía acudir para gestar las ideas de sus guiones cinematográficos. A 30 años de su fallecimiento, su prosperidad no es más que un recuerdo.
Las puertas siguen abiertas a los pocos paseantes que aún se aventuran a adentrarse en su vasta vegetación. Hace años representaba un punto de descanso para vacacionistas adinerados, turistas extranjeros, miembros de la política y estrellas del espectáculo. San José Purua vive de su prestigio pretérito. El silencio lo rodea y solo lo interrumpen el ruido de los pájaros, el cauce del río y el soplido del viento.



“Nadie pensó que esto fuera a decaer, pasó porque el entonces administrador, Ángel de Velasco, era una persona tan atenta que trataba bien a los trabajadores. A partir de ahí los otros gerentes los regañaban por cualquier cosa, los trataban mal en lugar de ayudarlos; otros empleados eran mañosos”. Desde hace 11 años, don Emilio Cruz custodia la entrada. Por una cuota de 40 pesos los bañistas pueden nadar en las dos únicas albercas disponibles y en un pequeño manantial de azufre.
Su portentoso hotel de 400 habitaciones se encuentra semidestruido y saqueado en sus interiores. Sus nuevos habitantes son parvadas de golondrinas y murciélagos que secretan guano sobre las paredes y emanan un olor fétido. En el viejo auditorio se conserva un cinematógrafo con restos de negativos de películas. El área del comedor, donde Buñuel narraba algunas de sus aventuras con su guionista Luis Alcoriza como la “broma soñada” en que pagaba a una prostituta por seducirlo, son fragmentos de mosaico y techo diseminados por el suelo. Un ambiente fantasmagórico lo envuelve. Suenan pasos en la parte superior de la escalera, muy cerca de la habitación donde solían hospedarse… pero no hay nadie más alrededor.
Como poblador de Jungapeo, don Emilio conoció desde la infancia la prosperidad de San José Purua, a gerentes y administradores como Jorge Enríquez Guzmán, con quien su padre trabajaba, y a Juan Luis y Rafael Buñuel, hijos del cineasta, quienes en 2002 acudieron a filmar un documental acompañados por su otro guionista de cabecera, Jean Claude Carriére. Por ese entonces aún vivía el empleado más añejo llamado Mariano Abud, quien fungía como mesero. “Vinieron a recordar a su padre, se había cumplido uno de sus aniversarios luctuosos y le iban a hacer un documental. Trajeron sus cámaras, fueron a donde estuvo él hospedado en esos años. Ya ni números tienen los cuartos, pero estaba cerca del comedor”. Es fin de semana de temporada alta y solo dos familias visitan el balneario en ese momento.

Entre malas gestiones, empleados transitorios y el abandono del turista, el fulgor comenzó a desvanecerse hasta quedar en ruinas. Hoy, sus actuales administradores Elías Sánchez Ontiveros y Mario Espinoza Náteras pretenden reactivarlo y recuperar la clientela perdida. A 20 kilómetros de la ciudad de Zitácuaro, resulta complicado transitar hasta Purua sin sentirse observado por miradas inquisitivas. Los temas locales sobre inseguridad y narcotráfico se mencionan en voz baja o se omiten. El frío envuelve el ambiente mientras que a medida que la distancia al balneario se acorta, el calor y la humedad se impregnan.
En su libro de memorias Mi último suspiro, Buñuel lo describía así:“Era un gran hotel termal situado en un espléndido cañón semitropical donde escribiría más de veinte películas. Refugio verdegueante y florido al que, no sin razón, se le llama un paraíso, al que acuden regularmente autobuses de turistas americanos para pasar veinticuatro horas fascinantes. Toman a la misma hora el mismo baño radiactivo, beben el mismo vaso de agua mineral, seguido del mismo daiquirí, de la misma comida, y por la mañana temprano se van”. Otras celebridades que lo visitaron fueron Libertad Lamarque, Julio Alemán, Gregory Peck y hasta Luis Donaldo Colosio, quien pasó una noche durante su campaña en 1994, según cuenta don Emilio Cruz.

Purua sufrió un declive a mediados de los 90 y en la actualidad tiene una paulatina y lenta etapa de resurgimiento. Otros empleados como la señora María y su hija Alejandra pasan su jornada laboral limpiando el escombro y barriendo los excrementos de animales. “Cuando vino el arquitecto con toda su gente a la remodelación solo llegaban, checaban tarjeta y se iban a chupar, volvían a la tarde, comían y dormían o llegaban crudos y cobraban su semana completa sin trabajar”.
En su trigésimo aniversario luctuoso, el paraíso personal de Buñuel es un sitio histórico olvidado en sus homenajes póstumos y los apoyos económicos gubernamentales. En sus memorias, su despedida a él es como la de un ser querido: “Adiós, San José. Aquí conocí momentos felices. Sin ti, mi vida hubiera sido diferente. Ahora, me voy, no te volveré a ver, tú continuarás sin mí, te digo adiós. Digo adiós a todo, a las montañas, a la fuente, a los árboles y a las ranas”.

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