lunes, mayo 11, 2015

Alexander McQueen, la belleza salvaje de la moda

Publicado ayer en el suplemento dominical de Milenio


Partió de esta vida dejando un legado no sólo de moda, sino de arte, belleza y hasta delirio. Su arsenal de diseños extraídos de su muy singular óptica se presenta  actualmente dentro de la exposición Savage Beauty en el Museo Victoria and Albert de Londres, Inglaterra.
A manera de homenaje póstumo, una serie de colecciones privadas fueron reunidas para exhibir su mundo de fantasías y tormentos bajo la curaduría de Andrew Bolton. Savage Beauty ya había tenido lugar en el Museo Metropolitano de Nueva York en 2011 y esta vez permanecerá en Gran Bretaña hasta el 2 de agosto de 2015.

“Londres es donde fui críado, donde mi corazón está y de donde obtengo mi inspiración”. Estas fueron algunas de las palabras del célebre diseñador antes de truncar su vida el 12 de febrero de 2010 a los 40 años de edad. Su corazón perteneció a la capital británica, sus raíces a la vecina Escocia. Una severa depresión relacionada con la muerte de su madre Joyce, además de padecer otros problemas emocionales, lo arrastró a ahorcarse. Su cuerpo se encontró pendiendo en su departamento de Mayfair. Días antes había escrito algunos mensajes en su cuenta de Twitter revelando su dolor; su mayor preocupación era morir antes que ella.

Nacido en 1969, de apellido original Lee e hijo de un taxista; McQueen creció al este de Londres y abandonó la escuela a los 15 años. Pronto, su habilidad lo llevó a convertirse en aprendiz de sastre de la compañía Savile Row. Más tarde, obtuvo el puesto de diseñador en jefe de Givenchy de 1996 a 2001, después en Gucci y posteriormente fundó su propio sello. El éxito fue tocándolo. La capital británica representó su epicentro de la que se nutrió de los diversos estilos multiétnicos provenientes de barrios como Brick Lane. “Se puede tomar inspiración desde las calles, no se necesita ir hasta la India; puede encontrarse moda en lugares como éste”. Una de sus tantas declaraciones.



Abiertamente homosexual, nunca temió en exhibir su verdadera orientación a la par de su talento. Su nombre significa un antes y un después para la industria de la moda; él no sólo se remitía a desfiles convencionales sino que con su imaginación, nutrida con dosis de literatura, historia, atrevimiento, umbría y sensualidad, montaba pequeños espectáculos teatrales sobre la pasarela que incluía fuego, agua o robots por igual. Revelando sus placeres y obsesiones como las mujeres, las aves y la combinación de éstas, encontró su propia voz inspirado en su origen escocés, la realeza Victoriana, las tribus de África y hasta en Edgar Allan Poe y Alfred Hitchcock dentro su faceta oscura y gótica, como se muestra a lo largo de este paseo que también alude a la religión y el sadomasoquismo. Materiales como plumas, cuero negro, cristales y espinas son muy evidentes en sus creaciones, dando un ambiente de fetichismo. Catalogándolo como un modista excéntrico, pero muy solicitado. “Yo encuentro belleza en lo grotesco”.

La indumentaria se aportó de colecciones privadas de Annie Witton Wallace, Anne Denniau e Isabella Blow, entre otros, esta última como la descubridora de McQueen a inicios de los 90 quien también terminó suicidándose en 2007. Durante años vivieron una historia personal y profesional llena de altibajos en la que el éxito, el fracaso, la amistad, la rivalidad y las drogas jugaron parte.

“Quiero que la gente le tema a las mujeres que visto”. La figura de la mujer empoderada con sus vestimentas le resultaba crucial. Atavió figuras como Naomi Campbell, Kate Moss, Victoria Beckham, Sarah Jessica Parker y las cantantes Björk y Lady Gaga cuyo video Bad Romance fue de sus últimas creaciones. Los famosos tacones estilo armadillo que calzó, parte de la colección futurista de 2010 Platos Atlantis, se muestran aquí. La realeza británica y europea en general también han recurrido a su marca. Incluso, Angélica Rivera tuvo la osadía de portar uno de sus diseños durante la última visita presidencial de Enrique Peña Nieto, aunque en realidad fue obra de Sarah Burton quien quedó al frente de la empresa. Mujeres temibles, sin duda.



Al llegar al museo no encuentro una larga fila como esperaba, pese a que se han roto records de asistencia, quizá porque se trata de un miércoles en aún horas laborales en una inusual tarde de calor y primavera en Londres. Explicó al despachador de la taquilla que provengo de México y él, con sorpresa responde que le parece que he emprendido un largo camino hasta ese punto. Por el costo de 17 libras esterlinas, (aproximadamente 400 pesos), se accede a este viaje cuya primera imagen es una fotografía de gran tamaño del mismo McQueen como dando la bienvenida a los visitantes para mostrarnos su universo de beldad y fetichismo.

Adentrarse en esta “belleza salvaje” es explorar la vasta mente del diseñador y su trabajo a lo largo de la década de los 90 y el 2000. Se percibe la atmósfera de una casa embrujada elegante, con momentos de luz y oscuridad simultáneos, de gallardía y lobreguez. Quien escribe estas líneas siente un dejo de nostalgia al escuchar la pieza Adagio para cuerdas de Samuel Barber que se emite en una de las salas, como extrañando a alguien que nunca conoció, pero cuya presencia etérea permanece a lo largo de este recorrido de ensueño. Con la yema de los dedos roza una de las prendas, de tela muy fina y tersa. El resto de los visitantes, hombres y mujeres, de edad madura y raza blanca en su mayoría, pasean en silencio. Algunos se dedican sólo a observar o tomar notas, otros más, entusiastas de la fotografía instantánea vía smartphone no resisten llevarse una imagen clandestina. Los vigilantes se encuentran al acecho de evitarlas.

A mitad del recorrido yace un espacio en penumbras con una pirámide de cristal en el interior donde se proyecta la imagen de una mujer fantasma. Se trata de uno muy glamoroso: es un holograma de Kate Moss que gira con el tema musical de “La lista de Schindler” de John Williams e Itzhak Perlman como fondo. Originalmente, éste fue usado por primera vez para presentar la colección de otoño-invierno 2006 llamada Widows of Culloden. La bella Kate danza en el aire ataviada de un velo y un vestido blanco en una atmósfera de dramatismo y melancolía, como si se tratase de una diosa o una “Campanita” moderna. Para materializarla se utiliza una técnica con espejos y fotografía llamada Pepper ghost que existe desde el siglo XIX creando una visión espectral.

La única pata de la que cojea este homenaje son las minúsculas etiquetas donde se explican los datos de cada vestido. Resultan complicadas, por no decir casi imposible, de leer. Aunque es opcional si el visitante desea buscarlas para ahondar en la información o dedicarse sólo a mirar.

Nunca sabremos qué camino hubiese tomado la vida de McQueen de haber superado el edípico amor que le profesaba a su madre y resistir el dolor en que quedó inmerso. Quizá no murió, quizá sólo se despidió de este mundo para aterrizar en otro donde él mismo se transformó en uno de sus tantas fantasías, un mundo sombrío de romance y belleza salvaje.  “La gente encuentra mis cosas agresivas a veces, pero yo no las veo así. Yo veo como algo romántico tratar con el lado oscuro de la personalidad”.  



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