Dos meses después...


"...dedicado a la sirenita con mucho cariño y admiración por sus tompiates"

Alguién me escribió esta dedicatoria en un libro durante las primeras semanas de mi estancia en esta ciudad. Muchas veces me han dicho que soy muy valiente por estar aquí y de la misma forma me han cuestionado el por que decidí emigrar. He obtenido lo que parecía imposible: un trabajo estable afín a mi perfil laboral. Yo no se en que consista la valentía de llegar a un lugar como este, no creo que solo por el hecho de estar aquí seas como tal, pero mi adaptación paulatina ha estado plagada de aventuras, tropiezos, emociones, risas y lagrimas...

En realidad, antes de venir al DF me sentía como una sirena que anhelaba conocer la superficie, el mundo de los humanos dentro de su pequeño oceano llamado Torreón; me pueden seguir llamando como tal, pero francamente ya no me siento como una sirena, siento como si me hubiese transformado en otra persona...en humana. No es fácil pagar el precio por obtener un par de piernas para andar por el asfalto, lidiar con la soledad a pesar de sus más de 20 millones de habitantes. He intentado ser temeraria, tener fortaleza para seguir adelante y lidiar con la adversidad y me doy cuenta que del mismo modo soy una persona increíblemente estúpida (¿verdad que si, Julián?, ¿verdad que si, Ricardo?) que me siento a veces pequeña, débil y sumamente vulnerable, pero lo que es un hecho es que todo, absolutamente todo lo he vivido con una enorme intensidad, que no ha habido un instante no vaya a quedar grabado en mi memoria para siempre. No me arrepiento para nada de mi decisión; es una alegría vivir en este lugar, pero mi esencia norteña se niega a morir aun así...

Hace unos días me visitó uno de mis mejores amigos: Abraham. Necesitaba un poco de compañía torreonense, y pese a la brevedad de su estancia la pasamos bien. Una amistad de 10 años ya no se da con tanta frecuencia, supongo, mucho menos por la distancia geográfica...y hoy, debido a esa estupidez de la que hablo, perdí a un amigo a quien le fallé. Estoy sola y todavía me doy el lujo de desechar gente, más tonta no puedo ser, sobre todo en ofender a alguién que supo escucharme desde que llegué, que entendió mis lagrimas y mi dolor al cambiar mi cola de pez por un par de piernas femeninas, alguién que me ha apoyado a pesar de conocerme poco tiempo. No se que podré hacer para remediar eso. Me gustaría que entendiera que soy humana, que cometo errores y me equivoco con frecuencia, esta es una de esas tantas veces que estoy conciente no será la última...