miércoles, octubre 20, 2010

Entrevista con Diego Enrique Osorno sobre su libro "El cartel de Sinaloa" (marzo 2010).

“Hay que combatir el silencio cómplice y el miedo”

Autor del libro "El cartel de Sinaloa", su travesía por diversos países no le ha quitado su característico acento “golpeado”. Diego Enrique Osorno es “el chico de los eternos veintinueve años”, como lo definió Ciro Gómez Leyva en la presentación de El cártel de Sinaloa, en la más reciente Feria del Libro del Palacio de Minería, en el Distrito Federal. Su trabajo de más de una década en Milenio Diario lo ha llevado a inmiscuirse en la rebelión social de Oaxaca, en la tragedia de los mineros de Pasta de Conchos, en el narcotráfico. Diego se encontraba en Cuba, para indagar sobre el caso del opositor del régimen castrista en huelga de hambre, Guillermo Fariñas, mientras esperaba la llegada de su primer hijo, Marcos, a quien a manera de homenaje le dedicó una carta por su inminente nacimiento.

En su nueva aventura literaria, este periodista regiomontano prefiere fomentar la esperanza y no el miedo, justo cuando una semana después de realizar esta entrevista, Monterrey volvió a sufrir la furia de las balas fortuitas. Diego Enrique Osorno se adentra en la historia del cártel de Sinaloa en los tiempos en que hablar en voz alta sobre narcotráfico puede tener consecuencias cruciales.

He aquí nuestra charla.

¿Por qué contar la historia del cártel de Sinaloa y no de otro que ha dado más de que hablar últimamente, como el de Juárez?

Porque en 2007, cuando me empecé a involucrar en temas de narcotráfico, hice un sondeo muy rápido sobre cuál podía ser el eje de cobertura y me vino a la mente el cártel de Sinaloa, por el origen de las organizaciones criminales como la de Tijuana o la del Golfo que tienen a sinaloenses en sus filas, quienes las crearon y dirigen hasta el día de hoy.

¿Los orígenes del narcotráfico en Sinaloa se deben a la migración de chinos a esa región?

Eso fue a un nivel de autoconsumo para los chinos, pero lo que detonó el fenómeno fue la Segunda Guerra Mundial y que en los Estados Unidos se empezó a requerir morfina. Después, la despenalización del alcohol hizo que los mafiosos que se dedicaban a ese contrabando buscaran otros productos prohibidos para hacer negocio y así fue entrando el mercado del opio y la marihuana a ese país.

En lo que respecta a tu ciudad, Monterrey, dices que antes era todo muy tranquilo y que hasta los reporteros de nota roja se aburrían.

La transformación de Monterrey es impresionante. Veíamos a Nuevo Laredo y a Reynosa como algo lejano; aunque estaban cerca, era otro mundo. Pero de repente empezaron las ejecuciones y fue un escándalo. Monterrey tiene ese ego y ese orgullo de sentirse el faro que alumbra a México –o al menos al norte– y esto lo golpea y es el balazo más fuerte. El gobierno estatal está mas interesado en promover su imagen que en resolver de fondo lo que está pasando. Hay mucha hipocresía en el combate a las drogas. Es una guerra mal planteada y mal llevada a cabo, porque el narco no son los sicarios que están disparando, son los empresarios lumpen, sus negocios y a la par de eso tienen sociedades de corrupción con gente del gobierno y no vemos un combate en esa esfera, en el tema de la narcopolítica. El narcotráfico se administra con funcionarios gubernamentales y también con la iniciativa privada. Ese dinero no lo tienen debajo de los colchones, pasa por un estado financiero. Pero no es fácil demostrar esos nexos y quienes lo hacen terminan en la tumba.

¿Por qué escribir este libro cuando nadie quiere publicar siquiera una miserable nota?

Porque lo que estamos viviendo se nutre de eso, de la realidad y el momento. Porque hay que combatir ese silencio cómplice, hay que combatir ese miedo y sin información somos tontos. Hay que darle una dimensión histórica al problema del narco. Creo que el libro deja más preguntas que respuestas y lo que he tratado es que veamos más allá del ejecutado del día y del registro de toneladas confiscadas.

En la búsqueda de fuentes, ¿cómo fue que las encontraste y lograste que hablaran?

Por suerte y porque intuyes quiénes te puedan hablar sobre el tema. Mauricio Fernández, el alcalde de San Pedro, Nuevo León, por ejemplo, habla hasta por los codos. Hace dos años platicamos, me contó todo y le dije que quería publicarlo. Me contestó: “Después hablamos”. Luego lo convencí. Aparte, a él le gusta; es un provocador. En el caso del jefe guerrillero del ERPI, Ramiro, lo que me interesaba era la mezcla de narcotráfico y ejército en la selva de Guerrero. Simplemente pedí ampliar la información sobre lo que estaba pasando ahí y Miguel Ángel Félix Gallardo quiso contar su versión de cómo era el narco cuando él estaba libre. Todos son personajes que viven en una situación límite: un guerrillero, el hijo de un capo, un narcoempresario. Son los extremos, no es “gente normal”, es el tipo de personas que yo busco para mis trabajos y con el que me identifico.

¿Mauricio Fernández es como esos empresarios-políticos que sólo se dan ínfulas de lo que saben?

Si, pero de una clase distinta. Es como un príncipe en Monterrey. Viene de la familia más importante, de los Garza Sada. Su franqueza es inusual en este mundillo político. En Gatopardo escribí un perfil suyo con cosas duras y hasta ahora no me ha reclamado. El confió en mí y así como en el amor, según el escritor cubano Eliseo Alberto también existe la amistad a primera vista.

A menos que te enamoraras de tu fuente.

Se tiene que andar con mucho cuidado. Si yo hago un reportaje y me enamoro de una entrevistada, me importa un comino el reportaje.

Ese tema sería complicado.

Me han llegado correos electrónicos, casi todos los días, relacionados con la familia Carrillo Fuentes, para precisarme un dato del libro y decirme que tal cosa que yo digo fue distinta. Me dicen que el libro les gustó y hasta me han llegado varios e-mails de una tal Alejandra Beltrán Leyva: dice que es mi admiradora y que está enamorada de mí. Yo no la conozco y nunca le contesto. Sería muy intenso enamorarse de alguien de ese modo.

¿Qué diferencia encuentras entre el modus operandi de los antiguos capos, como los Caro Quintero o Miguel Ángel Félix Gallardo, y el de las células que han surgido a raíz de los cárteles originales?

El contexto en que trabajaban aquellos capos se encontraba controlado por un grupo más definido. Estaba el régimen autoritario priísta. Había un bando policíaco más claro y un mayor control. Hoy vemos que el poder está disperso. El presidente no tiene la fuerza de sus predecesores de hace veinte años. De todo eso se derivaron estructuras muy claras. Antes, tú sabías con quién ibas para pagar el cargamento de droga. Ahora hay gobernadores muy poderosos, hay empresarios de una influencia fuerte y eso hace que el narcotráfico haya pasado de un monopolio pacífico a un oligopolio violento en el que hay grupos que quieren participar por su cuenta, como Los Zetas que es un grupo rebelde e independiente.

¿Es como narcotráfico free lance?

Si, algo así. Los Beltrán Leyva trabajaron para el Chapo y los Carrillo también y después surgen Los Zetas que se salen de ciertos códigos inescritos del mundo del narcotráfico. Las escisiones nutren a nuevos grupos en este contexto actual de competencia.

¿Cuáles son esos códigos inescritos?

Es como que tienes que conseguir un aval de un viejo capo para que los colombianos te surtan de droga. Esa es la clave del negocio. Los Zetas: no se han consolidado como los de Sinaloa, porque no tienen la confianza de los proveedores colombianos de cocaína y ellos necesitan un respaldo. Pasa lo mismo con los compradores norteamericanos, son relaciones de confianza. No puedes soltar cinco toneladas de cocaína a una empresa nueva si no existen garantías. Hay viejos policías y abogados que en buena parte son los agentes encargados de cobrar el impuesto que pagan los empresarios del narco para trasladar su producto ilegal y ya están muy metidos en ese mundo.

En el libro mencionas los tipos extremos de penalización de las drogas: mientras en Singapur se castiga con la muerte, en Vancouver está permitido sembrar marihuana. ¿Existe alguna alternativa intermedia en México?

Hay todo un horizonte por descubrir. Esos son los modelos extremos. Aunque en Vancouver no está permitida la compra de marihuana, sucede una cosa extraña: puedes fumar mas no comprar. Hay un mercado que sigue siendo ilegal, pero la gente la siembra y eso evita el monopolio; puedes fumarla en tu casa o en cafés especiales. Todo depende de un contexto internacional. México no puede despenalizar las drogas solo, porque está en medio de una realidad que comparte con Colombia y diversos países centroamericanos y sudamericanos. Si la despenalización no se resuelve en conjunto, lo que haga México terminará por provocar mayores conflictos.

¿A los Estados Unidos les convendría una despenalización en México?

Sí. En California hay, por ejemplo, un grupo republicano cercano al gobernador Schwarzenegger que está promoviendo la legalización de la marihuana; pero al hacerlo, chocaría con una fuente de ingresos grande. A mí me daría más miedo escribir sobre la legalización de las drogas que sobre la historia de un cártel y sus movimientos. Estoy consciente de lo que escribo.

Publicado en la página de La Mosca en la red

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Esto fue muy interesante. Me encantó la lectura

Anónimo dijo...

Este fue un buen artículo para leer, gracias por compartirlo.

Anónimo dijo...

post impresionante. Realmente disfruté la lectura de su blog.

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