Por motivos laborales y personales he emigrado a la Ciudad de las luces deslumbrantes, de las combis verdes o de la Esperanza, que a fin de cuentas es lo mismo. Llevo apenas una semana aquí y mi acento norteño aun no ha cambiado pero ¡ah! como difiere de la del resto de estos seres. En ocho días no puedo quejarme de que me haya ido mal ya que he conocido desde taqueros hasta personas extranjeras y hasta al mismísmo Julio Scherer. Si, algo tiene esta ciudad que me ha orillado a descubrir los secretos que hay guardados para mi y que deseo revelarlos uno por uno.
En esta ciudad las personas corren de un lado a otro como animales despavoridos, existe un ambiente de extrema individualidad cuando estás rodeado de miles, el viento azota en la cara y en segundos se transforma en frío y el sol vuelve a acariciar la mollera. Mi música son los cilinderos de la calle, el claxon de los autos y el sonido de los aviones que surcan el cielo.
Por las noches no hay estrellas que cubran el firmamento sino miles de luces artificiales, neon, semáforos, arbotantes, anuncios publicitarios. El frenesí de esta ciudad me embarga y quiere devorarse mi alma pero no se lo permitiré...¿que siente una sirena al estar nadando entre tiburones, sátiros y pescadores fortuitos?, ¿que se siente al estar en una ciudad que comparada con la tuya es una gota de agua, una migaja de pan?...
Pero aquí estoy y no bajaré la cabeza por ningún motivo...
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