lunes, diciembre 20, 2010

El Edificio Dakota (Nueva York, 25 dic 2009).



¿Cómo habrá pasado su última navidad John Lennon? Lo imaginaba caminando sobre la nieve de Central Park, escuchando a los músicos callejeros, comprando golosinas y conviviendo con algunos niños como en el video de “Mind Games”, pero las circunstancias reviraron la noche del 8 de diciembre de 1980 en que cinco balas interrumpieron su vida. Y yo, me encontraba en el lugar de los hechos en una tarde fría y gris de navidad atestiguando en el sitio que lo vio morir: el edificio Dakota.

Me encontraba en Nueva York durante unas vacaciones de invierno. El frío, la lluvia y la nieve azotaban en todo momento y el calor que irradiaba el sol no bastaba para calentar los helados ánimos. Esa tarde caminé un tramo de Central Park por la parte norte, conocí de cerca los paseos familiares neoyorquinos, trepé los columpios del área de juegos y escuché la música de un saxofón proveniente de unos potentes pulmones de un músico negro; pensé en toda la belleza que Lennon apreciaba cada día en los alrededores de su edificio y 29 años después trataba de imaginar la agonía de Lennon, el semblante lloroso de Yoko Ono y la actitud decidida y el arma que portaba Mark Chapman. Mis ideas iban más allá de la fallida película de “Chapter 18” que intentaba recrear los hechos. La realidad puede ser más sabrosa que la ficción.

A un costado de la avenida 1 en el West Side de Manhattan encontré en el piso el famoso mosaico circular donde se leía la leyenda “Imagine” que alguna vez me propuse conocer. Una pareja de mexicanos me fotografiaron arrodillada sobre él, residían en Chicago e iban de visita por la Gran Manzana; me encontraba sola en ese momento y mi única compañía eran mis pensamientos y la efigie de un Holden Caufield de “El guardián en el centeno” que había inspirado a Chapman para asesinar al ex Beatle. Ahí estaba en mi cabeza el adolescente rebelde parido por el también finado JD Salinger deambulando por un Nueva York nevado repleto de árboles de navidad, compradores compulsivos de almacenes ostentosos, turistas y “phonies” (personas superficiales) abarrotando cada resquicio de las avenidas opulentes por antonomasia. Y la canción de “Happy Christmas” sonaba en todo momento por la radio rememorando a su hijo predilecto: desde los establecimientos de donas que venden desayunos por 4 dólares hasta los cafés y restaurantes de alta categoría.

En la calle 72 se encuentra el imponente edificio Dakota, una construcción del siglo XIX de estilo renacentista alemán en el que han residido n otras celebridades como el cantante Paul Simon y la actriz Lauren Bacall quien alguna vez confesó oír desde su departamento las detonaciones que truncaron la vida de su vecino británico. Estando frente a la enorme reja negra sobre la puerta ovalada que recibe a los moradores no se permite la entrada a externos a menos o haya un motivo fehaciente para realizar una visita. Con la exigua luz del acceso principal que lo ilumina se puede entender por qué Roman Polanski decidió filmar ahí “El bebe de Rosemary”, un ambiente fantasmagórico envuelve al inmueble. Se dice que después de realizar la película se desataron algunos espíritus chocarreros. Supersticiones de cada quien.

Como en la contraportada del disco póstumo “Double Fantasy” yo también me acomodé al pie del edificio y sus barandales con adornos rústicos, como John y Yoko mirando de perfil con el célebre parque neoyorquino de fondo. Los pocos visitantes que merodeaban esa tarde, un grupo de turistas jóvenes entre adolescentes y niños, se tomaba fotos en las inmediaciones del Dakota que lucía silencioso y calmado, acorde a una tarde nublada y con nieve por doquier. Un vigilante adusto custodiaba la puerta principal, un enorme árbol de navidad plateado se apreciaba desde la calle. Era una pena que toda esa belleza se abandonara una vez partiendo de esta vida a la siguiente.

Aún trato de recrear en mi mente a un John Lennon preparando la navidad de 1980 en una incipiente década acompañado de Yoko y Sean, de su música y de las canciones que después se volverían una obra para la posteridad como “Woman”, “Watching the wheels” y “Just like starting over”…pero aquí ya no había forma de comenzar otra vez. ¿Y qué hubiera pasado si Holden Caufield no se hubiera atravesado en la vida de Mark Chapman y a su vez él no se hubiera atravesado en la de John Lennon? No queda más que imaginar, imaginar e imaginar.

twitter.com/ @miriam_k_nales

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